Mientras las llamas quemaban vivos a los 39 migrantes que estaban “en resguardo” en las instalaciones del Instituto Nacional de Migración de Ciudad Juárez, los encargados de cuidarlos decidieron mantenerlos encerrados, tras las rejas.
Salvadoreños, guatemaltecos, hondureños y venezolanos vieron sus cuerpos arder ante la impotencia de poder huir, de un incendio que literalmente los devoró.
Por trágico que suene este final, por inhumano y cruel que sea, el presidente Andrés Manuel López Obrador mantuvo su “excelente humor” y soltó tremendas carcajadas en su mañanera, minutos después de confirmar a los medios la muerte de los 39 migrantes.
La indolencia de AMLO se reflejó horas después en sus propios funcionarios, el segundo a bordo del barco lopezobradorista, Adán Augusto, quiso ruinmente sacudirse el tema y endilgarle la responsabilidad al canciller, Marcelo Ebrard.
La sede del INM donde el olor a piel y sangre quemada permanecerán por días, tiene un letrero con letras enormes en la fachada que dicen: SEGOB.
Fue justamente la Secretaría de Gobernación federal, (SEGOB) quien emitió el comunicado en donde se revelaron los nombres de las víctimas, que insisto, fallecieron a causa de las quemaduras.
Es SEGOB, la dependencia de Adán Augusto López, quien se encarga del Instituto Nacional de Migración, de sus estaciones, protocolos y hasta de licitar los insumos -siempre carentes- de los mal llamados albergues.
En este caso, a la desgracia humana se le suma la vileza de un funcionario de la 4T que está más preocupado por sacudirse el tizne de las manos y mantenerse como una corcholata, que por la vida de 39 personas y sus respectivas familias.
Ese López, como su jefe, entendió que es más fácil culpar a otros que responsabilizarse de sus omisiones. La quema de los colchones, como muchas otras formas desesperadas de protestas que se presentan cotidianamente en las fronteras sur y norte del país, son justamente su responsabilidad.
Las condiciones en las que tienen a los migrantes, que no han cometido ningún delito, son inhumanas, intolerables. La omisión en sus responsabilidades, retrasar los procesos migratorios y mantener en condiciones indignas a los “rescatados”, son el combustible que prendió la mecha.
Si Adán Augusto busca un culpable, bien podría elegir cualquier espejo del Palacio Nacional.
Nepotismo heredado del barbosismo
Entre los sobrevivientes dañinos del barbosismo está Luis Daniel Torres Ortigoza, quien aún se desempeña como jefe del departamento de insumos y atención médica de la Dirección de Protección Contra Riesgos Sanitarios.
Torres Ortigoza es hijo de María Elena Ortigoza Neri, quien cobra, en la misma DPRIS, como jefe de departamento de promoción a la salud, lo que podría ser un caso de nepotismo.
Ellos, junto con otros elementos del “cártel de la Cofrepis poblana”, se han encargado de convertir en un nido de ratas a la DPRIS.
En mi entrega del 10 de septiembre de 2020 le relaté y le enlisté a los integrantes de este cártel, quienes se han hecho de cuantiosos botines tanto políticos como económicos.