En menos de tres semanas dará inicio el evento social más popular de nuestra entidad: la Feria de Puebla. El magno evento –28 de abril al 14 de mayo– es uno de los escaparates más relevantes para mostrar lo que el gobernador Sergio Salomón ha llamado “la riqueza de nuestro estado”.
A la zona histórica de Loreto y Guadalupe regresará como en cada edición la Expo Ganadera, un agradable espacio donde los asistentes citadinos podrán interactuar con una fauna más diversa que los gatos, perros y palomas del día a día. Con seguridad también se verán representados productores poblanos, a través de diversas muestras agropecuarias y puntos de venta.
Pero la Feria es algo de luz entre las muchas sombras que representan el resto de nuestras ferias, festivales y resto de celebraciones, muchas alrededor de nuestros platillos y productos más célebres.
Cemitas, memelas y espumas de cacao, por ejemplo, son algunos de los productos que cuentan con fantásticas celebraciones y escasa participación de las autoridades para convertirlas en dignos eventos turísticos que derramen economía y dignifiquen tradiciones.
Claro, verá a autoridades de cultura y turismo hacer sendas ruedas de prensa para anunciarlos, pero pocas veces verá verdadero interés en generar un producto turístico, propiciar condiciones de transporte, profesionalizar los productos gastronómicos o crear experiencias.
El Festival de la Cemita Poblana –CENHCH, 29 de abril–, Feria de la Memela –La Resurrección, 12 de abril–, Feria de la Espuma de Cacao –San Francisco Coapan, el Viernes Santo recién pasado–, son ejemplos de eventos que destacan por puro mérito, con su potencial muy muy lejos de ser explotado. Pero bueno, si a tres semanas de la Feria de Puebla su página de internet está sin lanzarse… qué podemos esperar de lo demás. Nos va como en feria.
Mediocridad académica vs transgénicos
Como bien recordará México está envuelto en una profunda discusión con Estados Unidos y Canadá –socios T-MEC– en contra del uso y comercio de variedades vegetales mejoradas genéticamente, especialmente maíz, y el herbicida más usado del mundo, el glifosato.
La semana pasada el gobierno mexicano comenzó su participación en paneles científicos para exponer sus argumentos. Esta disputa va para largo y transitará por varios escenarios legales, donde México va dando muestras de que perderá tanto por falta de argumentos como por ganas de adular a las vacas sagradas de la ciencia morenista.
Alejandro Espinoza, titular de CIBIOGEM –la comisión para organismos genéticamente modificados–, esgrimió como principal argumento un flojito estudio de 2017 que demostraba como 9 de 10 tortillas en la CDMX contenían trazas de transgénicos. El estudio fue hecho –fanfarrias- por la titular de CONACYT, Elena Álvarez-Buylla Roces, quien ha construido su carrera alrededor de un negacionismo radical en contra de la biotecnología.
Hacia inicios de abril veremos concluir esta etapa de consultas técnicas –que han sido a puerta cerrada– donde no pintan las cosas favorables a México y parece nos estamparemos de lleno contra una realidad científica que buena parte del poder político en turno se obstina en negar.