Basta con observar la forma en que golpean el tablero las tres principales corcholatas, para entender que el juego sucesorio está al borde del desquicio.

Para comprenderlo mejor, nos deberían de dar las reglas del “Juego de la Sucesión”, porque a primera vista, pareciera que están haciendo todo para perder la candidatura.

El primero que puso esto de cabeza fue sin duda Nacho Mier.

Para cualquiera que aplique el sentido común, le resultará incomprensible que un personaje que abiertamente aspira a ser gobernador, defienda a un violador de menores.

También le sería absurdo que protegiera a una ministra plagiaria y que a la vez atacara a una que sólo vela por hacer cumplir la Constitución.

Mención especial merece la forma en la que impuso a sus hijos en puestos de elección, por encima de militantes de su propio partido con méritos reales y un posicionamiento superior al de sus dos querubines.

Se antoja imposible que alguien con esas oscuras cartas credenciales aspire a ser el elegido para buscar la gubernatura de Puebla.

Sin embargo, bajo esa misma directriz, en ese mismo tenor vimos hacer de las suyas a las otras dos corcholatas.

Así como usted lo lee.

De buenas a primeras, Alejandro Armenta decidió en primer término mandar una iniciativa para desaparecer el INAI.

Un organismo del que años antes celebró su creación y del que reconocía su importancia para transparentar los actos de gobierno.

Pero los exabruptos legislativos del senador no pararon ahí.

Esta vez acudió a Palacio Nacional con sus compañeros de Morena a recibir línea de su jefe, para de ahí salir a cometer los más graves actos que se recuerden de parte del Senado en contra de la Constitución.

Y después de estas barbaridades de los dos suspirantes, apareció en acción la tercera corcholata para no quedarse atrás.

Sin recato alguno, este fin de semana el Secretario de Gobernación estatal Julio Huerta organizó un acto político en el que presumió que fue nombrado coordinador en Puebla de Claudia Sheinbaum.

Aunque usted no lo crea, el encargado de la política interna del gobierno del estado, anunció que va a operar en favor de las aspiraciones de la Jefa de Gobierno de la CDMX.

Y aunque diga que lo hará únicamente los fines de semana, la realidad es que incurrirá de manera flagrante en actos anticipados de campaña y en uso de recursos públicos para una causa electoral.

Ver para creer.

Y cuando todo esto nos llevaría de forma inexorable a pensar que vivimos en “la casa de la risa”, todo empieza a tomar sentido cuando caemos en la doctrina lopezobradorista.

Me explico.

Las reglas del “Juego de la Sucesión” —cuando menos para estas corcholatas— resultan muy diferentes a las que dictaría el sentido común.

Y cómo ya lo cité en una columna reciente, todo se resume a un solo factor: mostrarle sumisión y entreguismo total a quien tomará la decisión final.

Lo demás, es lo de menos.

En los casos de Mier y Armenta la apuesta es por ganarse la “confianza” del mesías macuspano y en el de Huerta, es echarse a la bolsa la voluntad de la que podría ser la candidata presidencial de Morena.

Y bajo la lógica de que en la guerra, en el amor y la política todo se vale; aunque lo único que les vale madre, es la legalidad y el interés ciudadano.

Nos guste o no, esas son las desquiciadas reglas del juego para alcanzar la candidatura a la gubernatura poblana.

Ni más, ni menos.