Estos días serán determinantes para dos de los cereales más importantes del mundo. Maíz y trigo. O al menos serán determinantes para la estabilidad de sus precios y la rentabilidad que puedan sacar los agricultores, especialmente los mexicanos.

Toda la semana pasada se vieron importantes manifestaciones en el estado de Sinaloa –granero nacional– con plantones en calles e instalaciones estratégicas. La motivación para estas manifestaciones populares, con tractores y toda la cosa, es muy clara: el establecimiento de los precios de garantía del gobierno para el maíz y trigo y la compra consolidada para cierto volumen de la cosecha.

Las negociaciones son de asociaciones de agricultores con el gobierno federal y estatal, y parecerían estar llegando a buen puerto. Por ejemplo, el gobierno se ha comprometido a comprar 1.8 millones de toneladas de maíz a un precio de casi 7 mil pesos la tonelada, que es un buen precio, superior a lo que cotiza actualmente casi 2 mil pesos abajo.

Pero los problemas están en los detalles. Como que la cantidad acordada es apenas un tercio de toda la producción sinaloense. Que de esos 2 mil pesos “por arriba” del costo de mercado, casi la mitad del valor se lo come la relación peso-dólar (no a todo mundo le favorece un dólar barato). Y que el año pasado los costos de los insumos agrícolas se dispararon en algunos casos a casi 100%.

En México el negocio del maíz presupuestado para este año es de unas 28 millones de toneladas y un valor de más de 145 mil millones de pesos. No es poca cosa.

Para el caso del trigo la cosa está parecida. En Sonora el gobierno federal se ha comprometido a comprar 500 mil toneladas de trigo, y la industria de los molinos una cantidad similar. El problema es que se están quedando otras quinientas mil toneladas sin comprador. Además de un costo de 5 mil pesos por tonelada que no cubre los costos y mucho menos deja alguna ganancia.

A este problema podrá imaginar alguna solución como mandarlo a otra parte de México para su consumo y procesamiento, pero la cosa no es tan fácil, puesto que la manera más barata de mover estos granos –ferrocarril– tiene una conectividad muy limitada con el resto del país. Sale más rentable llevar estos granos de Estados Unidos vía barco a Yucatán, que acercarlos en tren y desmontarlo en camiones por el territorio nacional.

Los precios de garantía del gobierno no se encuentran puestos en piedra, todavía, y queda todavía un poco de campo de maniobra para poder ayudar a estabilizar el precio de los granos con las ganancias de los agricultores. Que el encargado de estas compras sea SEGALMEX, la institución de gobierno señalada con el mayor escándalo del sexenio, no deja tantas tranquilidades.

La cosa pinta complicada desde todos ángulos. En tres días vencería el tratado internacional que permite exportar granos ucranianos a través de Turquía, sorteando los peligros de la guerra con Rusia. La estabilidad de dos piedras fundacionales alimentarias estará en juego estas semanas, y si no sale bien ni para el bolillo del susto.