Uno de los principales puntos que llevó a Alejandro Armenta a acrecentar su nivel de posicionamiento fue su habilidad política para hacer acuerdos con los diferentes grupos políticos y con sus liderazgos.
Caminó durante años el estado y fue fortaleciendo su estructura para consolidar un proyecto político que no es otro que el de ser gobernador de Puebla.
Sin embargo, en las últimas semanas, el presidente del Senado parece haber perdido la brújula, rompiendo con personajes a los que en su momento vio como parte de su ayudantía y a los que ahora intenta cobrarles con su lealtad incondicional.
Quien espera lealtad a ciegas por haberles abierto su primera puerta, olvida que, para mantenerla, se debe sembrar en el día a día.
Esto parece no entenderlo el suspirante a la gubernatura, quien ha mostrado su intolerancia hacia quienes él considera que le deben lealtad y devoción eterna.
Un claro ejemplo es el del hoy presidente del Congreso del Estado Eduardo Castillo, con quien Armenta muestra un claro resentimiento.
Efectivamente, el líder del legislativo local fue particular de Alejandro en sus inicios. Mucho le habrá aprendido en ese pasaje, sin embargo, la diputación lograda fue al margen de la estructura y el respaldo del senador.
Para entender el sentimiento de Armenta contra su ex pupilo, hay que observar su reclamo por las últimas reformas a la Ley Electoral, el cual —por cierto— se lo platicaron mal, toda vez que su señalamiento va en sentido contrario al contenido de la última reforma.
Así las cosas, todo hace pensar que hay nubarrones en la mente de quién podría perder más con sus reacciones, de lo que gana cada vez que externa su sentir por las supuestas traiciones de quienes esperaba fidelidad vitalicia.
Si bien es cierto que la popularidad de Armenta no se apaga con estos aspavientos, sí merma y lastima la imagen de un personaje que ha recorrido Puebla y que hoy lo coloca con posibilidades reales de alcanzar el objetivo de gobernar este estado.
Habrá que ver si se impone en él la sensatez o si la intolerancia va a ser la nueva cara del puntero en las encuestas.
Veremos y diremos.
Otra vez contra los voceadores
Muchas dudas quedan en el aire en el caso del retiro de las casetas donde se venden revistas y periódicos, como este, en el Centro Histórico.
Mientras el alcalde Eduardo Rivera se comprometió con los voceadores a respetar sus históricos y legítimos espacios de trabajo, el secretario de Gobernación y los servidores de Vía Pública van en sentido contrario.
A pesar de que pasaron meses en los cuales la administración pudo presentarles una propuesta para “enchular” los quioscos de venta, no lo hizo. Su única salida fue utilizar la fuerza pública para arrancar las legendarias casetas.
Sin importarle que se trata de mujeres que sostienen económicamente sus casas o personas de la tercera edad, los achichincles de Cruz Lepe llegaron a retirar las primeras cuatro instalaciones y ya de paso advirtieron que van por otras cuatro.
Ayer, por ejemplo, las y los voceadores se colocaron en sus puntos de venta de toda la vida, ya sin las casetas. Ahí bajo el rayo del sol y después con la prisa de la lluvia y la granizada, trataron de mantener la venta de revistas y periódicos. ¿Es justo, ese es el rumbo que queremos?
Si realmente los puestos eran incompatibles con la nueva imagen que se le busca dar al Centro Histórico, ¿no sería mejor hacer unas nuevas?
¿Será que Jorge Cruz Lepe volvió a engañar a su jefe, el alcalde Lalo Rivera, o nos engañan con el juego del policía bueno y el malo?