En México nos encanta desfogar nuestras emociones en lo que consumimos en tele, cine o pantalla de celular. Los melodramas son una proyección de las angustias nacionales, donde quien sufre las penurias socioeconómicas no es uno mismo, pero sí Marimar o María la del Barrio. Lo mismito, pero con una estética más estridente, pasa con las películas de horror, donde como país somos el consumidor número uno del mundo.

Por la mitad de los 80s se emitió una exitosa película llamada La Tiendita de los Horrores, donde una misteriosa planta alienígena desarrolla apetito por la sangre humana, llegando a consumir un varios individuos. Lamentablemente, nuestras tienditas y mercados cotidianos, esas humildes paradas de abastecimiento donde buscamos nuestros productos básicos, nos generan una catarsis que supera con creces a la voracidad de la planta antropófaga.

A inicios de mes se hizo público el descubrimiento de una fosa clandestina ubicada en el mercado de La Cuchilla, ubicado en un delta de impunidad en la capital poblana, con ángulos en la CAPU y la Central de Abastos. Ahí, fueron descubiertos los cadáveres de Joselín y David, una pareja devorada por la obscuridad del mercado el año pasado. Atravesando la calle está el Mercado Morelos, centro de operaciones del infame “Grillo”, con el Mercado Unión a unos metros, ambos compartiendo la pésima reputación de ser generadores de violencia en nuestra capital. La Acocota, el Hidalgo y el Independencia van por las mismas vías, solo algo más alejados.

San Martín Texmelucan, además del inmenso tianguis que es el municipio por sí mismo, suma las problemáticas del huachicol, la distribución de drogas y el movimiento de indocumentados. Por cierto, el gobernador Sergio Salomón anunció la reconstrucción del mercado Domingo Arenas –aquel donde un pelicano terminó perdido el año pasado- en un movimiento que la presidenta municipal Norma Layón nunca pudo cabildear.

Puebla no es caso aislado en esta macabra asociación entre centros de suministro y terror.

En Chilpancingo a inicios de año, en nuestro vecino Guerrero, el crimen entró a asesinar dos personas, para después iniciar una conflagración que consumió parte del mercado Leyva Mancilla. Esto fue poco. Unos meses después, y a una hora de distancia, el Mercado Central de Acapulco fue pasto de las llamas iniciadas por el crimen organizado, arrasando más de once mil metros cuadrados de construcción y cuatro centenas de locales.

Este mismo mes, en Toluca, los administradores de la Central de Abasto mexiquense se reunieron para planear un incendio que les permitiera ordenar el mercado a su antojo. Esto calcinó vivas a nueve personas, tres menores de edad incluidos. Los casos se repiten por todo el país.

Mercados y centros de abasto, junto a la industria restaurantera, son la fuente de creación de riqueza para el campo poblano, casi 9 mil millones de pesos se generan en nuestra central de abastos, así que cuando el terror se apodera de ellos las sacudidas vibran profundas a lo ancho y largo de nuestro estado. No podemos seguir permitiendo que el miedo se apodere de nuestros mercados, convirtiéndolos en auténticos Mercaditos de los Horrores.