En el vaivén de la historia humana resulta innegable que los acontecimientos se entrelazan en una danza cíclica, similar a los inmutables ciclos agrícolas que gobiernan las estaciones. O al menos tan inmutables como los conocíamos antes del cambio climático. La historia parece tener una extraña predilección por repetirse: una vez como tragedia y otra como farsa. Pero más allá de las reflexiones filosóficas, esta noción revela un patrón persistente en nuestras narrativas colectivas.
Hace un año comentábamos en este espacio como el limón se disparó en precio, no por malas prácticas agronómicas o por efectos climatológicos, pero por el crimen organizado. Lamentablemente este ciclo parece repetirse, pues en Michoacán las quejas saltan de nuevo contra la extorsión que sufren productores, recolectores, empacadores, comerciantes y compradores. Un secuestro completo del ecosistema citrícola pues. La relevancia es mucha, pues entre Michoacán y Veracruz, otro estado vapuleado por el crimen organizado, se produce la mayoría del limón en nuestro país.
Por supuesto que nada puede ser una calca idéntica, y esta crisis nos lo demuestra. Aunque no para bien.
El Cártel Jalisco Nueva Generación sigue siendo uno de los azotes más fuertes de la región, pero la cofradía criminal de los Cárteles Unidos se ha expandido con Los Tena, Los Blancos de Troya, Los Viagras y El Cártel de Tepalcatepec. Grupos que ya existían en tiempos pasados, pero han afianzado su férreo control sobre las actividades agropecuarias.
El control que despliega el crimen organizado sería la envidia de cualquier autoridad agronómica, económica o sanitaria del mundo. Ellos dicen cuándo y cuánto cortar. Cuándo y en cuánto vender. Y cuando y cuanto mover de la producción. Una autoridad que solo se logra con el temor del terror.
Adicionalmente, la marcha de la tecnología acompaña hasta al crimen, pues las violentas amenazas ahora no se cumplen vaciando bidones de gasolina en las empacadoras y prendiéndoles fuego. Eso sería mucho trabajo. Ahora los cárteles lanzan drones cargados de explosivos hacia objetivos civiles.
En los recovecos de la intrincada trama de la Tierra Caliente, la región citrícola michoacana de los municipios de Aguililla, Apatzingán, Tepalcatepec y Buenavista, estos conglomerados criminales lograron insinuarse sigilosamente en el seno mismo de la vida limonera conociendo cifras de costos, producción y dividendos, lo que aumenta su poder sobre el mundo del limón.
Aunque cada repetición tenga su propia particularidad, no podemos evitar sentir que estamos navegando por aguas ya surcadas por otros. ¿Somos prisioneros de un destino predeterminado, condenados a repetir los mismos errores una y otra vez?
Queda una luz, ¿no es en esta misma repetición donde radica la esperanza? Si los ciclos de la naturaleza nos enseñan algo, es que después del invierno llega la primavera, trayendo consigo la promesa de un nuevo comienzo. La historia es un mosaico de momentos cíclicos, donde la humanidad se debate entre la repetición y la evolución, entre el eco y la creación; México parece trabado en un momento de crisis y horror del que no vemos manera de salir.