El pasado 8 de octubre de 2023 NTR Toros circuló un comunicado de prensa en donde daba a conocer que sus redes sociales habían sido canceladas en forma definitiva.

Desde la perspectiva de Facebook e Instagram, la información del medio de comunicación taurino infringía sus normas comunitarias por lo que los inhabilitaba. 

Lo sucedido en estas plataformas digitales son un buen ejemplo de tres fenómenos que han ido permeando la sociedad actual: lo woke, la cultura de la cancelación y lo políticamente correcto.

Si bien, en este espacio hemos explicado con anterioridad estas tres manifestaciones, vale la pena recordarlas para enmarcar lo sucedido con NTR Toros.

Woke es una derivación de "awake" (despierta en inglés). Viene de la jerga afroamericana que buscaba alertar sobre la discriminación y los prejuicios raciales.

La frase "stay woke" (algo así como "permanece despierto") fue utilizada en las luchas por los derechos raciales en los Estados Unidos en el siglo pasado y, en los últimos años, ampliada a temas de género, de identidad y de cualquier otro discurso que pueda generar odio.

El fenómeno woke conduce a la "cultura de la cancelación", un movimiento que pretende eliminar todo lo que ofenda. Esto se ha convertido en una especie de cacería de brujas en donde persiguen a los quienes piensan distinto o a lo que es no es "políticamente correcto".

Lo políticamente correcto, se utiliza para describir las medidas destinadas a evitar ofender a personas de grupos particulares de la sociedad. La táctica comienza con "toda opinión debe ser respetada" y se transforma en "que nadie exprese opiniones contrarias a las mías".

Algunas manifestaciones artísticas, como por ejemplo las corridas de toros, están atacadas y estigmatizadas por estos fenómenos. El observar sangre y la muerte hieren a algunas personas y esa sensiblería provoca que todo lo relacionado con los toros deba ser cancelado.

Las redes sociales se han aliado con lo políticamente correcto y están aplicado inteligencia artificial para censurar publicaciones que "lastimen" a quienes se sienten vulnerables. 

Esta situación conduce a un otro debate: ¿tienen derecho las plataformas digitales a la censura contenidos?

En 1996 se estableció en los Estados Unidos la "Communications Decency Act" (algo así como "la ley de decencia en las comunicaciones") que en su sección 230 establecía que ningún proveedor o usuario de un servicio de cómputo interactivo deberá ser tratado como el emisor de información de otro proveedor de contenido informativo.

En este sentido, Facebook, Instagram, YouTube, Google y Twitter son plataformas y no editores de contenido, por los que se les exime de responsabilidad sobre el contenido publicado en sus redes sociales. Por lo tanto, cuando eliminan contenido están yendo en contra de la sección 230 de esta ley.

Juan Caño, presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, dice "Las redes sociales no tienen derecho a implantar un régimen de censura a la libertad de expresión". Él propone una autoridad independiente para regular lo que llama "el delicado equilibrio de evitar que se restrinjan libertades de los individuos y se difundan noticias falsas" (Semprún & De Haro, 2021).

El riesgo que sean las propias plataformas quienes vigilen a sus usuarios es que sus algoritmos pueden deformar el espacio público digital y manipular los intereses o los gustos de su audiencia.

La pregunta de fondo es si deben ser los dueños de las plataformas los que establezcan los criterios morales o estéticos del ciberespacio. Si estas plataformas fueron concebidas como espacios públicos, ¿deben ser ellos mismo los que se constituyan como árbitros del contenido?

La profesora Carme Colomina, del Barcelona Centre for International Affairs, explica que la relación del poder político con las redes sociales está cargada de hipocresía.

Para ella: "Erigir a las plataformas digitales en guardianas del contenido puede interpretarse como una privatización de la censura que no acaba, sin embargo, con la opacidad de un modelo de negocio que, por primera vez, genera una preocupación compartida a ambos lados del Atlántico." Y afirma que "los límites a la libertad de expresión no pueden estar en las manos volubles de monopolios privados" (Colomina, 2021).

La afición taurina está amenazada por lo woke. Mientras el debate sobre la libertad de expresión y el derecho a la censurar sea regulado por algoritmos, los toros estarán en desventaja. No obstante, estoy convencido que debemos seguir luchando por espacios para presentar nuestra propuesta estética.

El profesor Fausto García del IAE, que es la escuela de negocios de la Universidad Austral en Argentina, me decía que es nuestra responsabilidad evitar la dictadura de los que imponen "lo que es correcto pensar".

Mi solidaridad con NTR Toros y mi invitación a que sigan difundiendo la más bella de todas las fiestas. Al propagar la tauromaquia salvaguardamos nuestro derecho a pensar en forma distinta, a que no sean sea la inteligencia artificial o el movimiento woke los que imponga sus creencias o los que piensen por nosotros.