En 1828 a un desgraciado gringo se le ocurrió la esquizofrénica idea de comprarnos Tejas. La persona en cuestión, Joel Roberts Poinsett, primer embajador de Estados Unidos en México, fue corrido prestamente del país por sus ideotas. Al largarse, además de irse con el millón de dólares con el que intentó comprarnos Texas -igual lo perdimos- se llevó unos brotecitos de una planta a su natal Carolina del Sur.
Esta la encontró en Taxco, Guerrero, y no era otra que la cuetlaxóchitl de toda la vida, o sea la nochebuena.
Los aztecas la utilizaban para hacer un tinte purpúreo, y los evangelizadores para representar a la Estrella de Belén en Navidad, temporada cuando la nochebuena agarra su característico color. Recuerde que lo rojo de la nochebuena no es la flor, pero unas hojas transformadas. La flor son aquellos puntitos amarillos del medio.
Sea como sea, la flor que se llevó el embajador -dándole su nombre en inglés Poinsettia- era una horrible planta de cuatro metros que floreaba irregular. No obstante, lo encendido de su color hizo que se expandiera como novedad entre los entusiastas botánicos del país vecino.
Ahí, el destino quiso que se cruzara con la familia Ecke, en California, quienes decidieron iniciar un rancho dedicado a la producción de esta flor durante los locos años 20s del siglo pasado.
La innovación tecnológica permitió que para los 60s la familia Ecke desarrollara en su rancho de Encinitas, California, una planta tupida y de menor porte. Ideal para decorar de encendido rojo cualquier espacio.
Y decorar es lo que hizo, y lo hizo con estilo californiano. Comenzó a enviar cientos de flores gratis a los sets de televisión de Hollywood, llenando los platós de programas como The Tonight Show o la mítica función navideña de Bob Hope.
También inundó las redacciones de las revistas de moda e interiores, implantando la idea de que pinos y muérdagos no bastaban para transmitir el espíritu navideño. Durante casi cuatro décadas la familia Ecke monopolizó el mercado global de las nochebuenas.
En noviembre de 1992 un trabajo de posgrado en Estados Unidos cambió para siempre el mercado, al develar los secretos hortícolas para generar las tupidas y brillantes nochebuenas de Ecke.
La creatividad explotó en colores, tamaños y formas. Hoy, hay más de 100 especies y variedades registradas, con el arcoíris pasando por rojos, amarillos, rosas, violetas, azules y todo lo intermedio. Red Prestige, de la casa Syngenta, es de las más populares en el mundo, especialmente en México.
En nuestro país existen algunas variedades registradas, la mayoría por la Universidad Chapingo y el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), dos instituciones que no tienen en su ADN el mercantilismo necesario para hacer los negocios que el resto del mundo hace con nosotros.
No se deje engañar, nadie “patentó” nuestras plantas para robárnoslas. Se invirtieron millones de dólares para diseñar una planta que quisiera el mercado y es lo que nos venden. La historia de siempre de nuestra vida agrícola.
El día internacional de la nochebuena es el 12 de diciembre, y dirá que con ello retomamos el orgullo nacional, pero ni eso, se celebra ese día porque ese día Poinsett se murió. Tantán.