Las frías temperaturas que andamos sintiendo en Puebla -regalos de los frentes fríos 16 y 17- nos recuerdan que ya estamos en época invernal. Son épocas de taparse, tanto con bufanda como cubrebocas. Y es que ya no solo son los típicos resfriados y gripes comunes, los casos de COVID-19 vienen de regreso como un recordatorio áspero de las lecciones no aprendidas. El coronavirus no se ha ido, tan solo en Puebla este año ha matado 112 personas.

Más allá de la esfera del coronavirus, estas lecciones resuenan como advertencias frente a las enfermedades infecciosas en general, un eco que deberíamos haber atendido con mayor diligencia.

La pandemia destapó nuestra capacidad para desarrollar y distribuir vacunas eficaces ante nuevas amenazas gracias a la tecnología ARNm, una novedosa manera de desencadenar respuestas inmunes de manera más rápida y eficiente.

En lugar de utilizar el virus vivo o atenuado, como lo hacen algunas vacunas tradicionales, las vacunas de ARNm contienen instrucciones genéticas específicas contra los invasores. Una vez que se administra la vacuna en el cuerpo, las células del sistema inmunitario toman este ARNm y lo utilizan como una plantilla para producir la proteína del virus. El sistema inmunológico la identifica como extraña y comienza a producir anticuerpos contra ella, así como también activa células que pueden reconocer y destruir células infectadas.

Básicamente esto significa que, si en el futuro el cuerpo se expone al virus real, el sistema inmunológico reconoce y puede neutralizar rápidamente las proteínas del virus.

Las dosis se han acumulado en naciones con recursos, dejando a los países de bajos ingresos con escasos recursos para administrarlas. Las vacunas de ARNm, en particular, se han convertido en un símbolo tangible de la brecha entre la abundancia y la necesidad, perpetuando el control corporativo y generando considerables ganancias para las farmacéuticas.

Es evidente que la riqueza no siempre conlleva sabiduría. El avance científico debe ir de la mano del acceso equitativo y el bien común. La financiación pública debe imponer condiciones que garanticen la accesibilidad, equidad y reinversión en la innovación.

Es crucial reconfigurar las normativas de propiedad intelectual para facilitar la transferencia de conocimientos, especialmente en tecnologías vitales financiadas con dinero público. Se necesitan patentes más estrictas, restricciones a la privatización de herramientas de investigación y acceso oportuno y equitativo.

La iniciativa de la OMS para transferir tecnología de ARNm es un paso en la dirección correcta, pero requiere un respaldo financiero y político sólido. En las negociaciones internacionales, el acceso equitativo a estas tecnologías debe ser el foco principal, pues la siguiente pandemia está a la vuelta de la esquina y como país no tenemos ni con qué rascarnos.

CONACYT, llevada a la inutilidad por su directora María Elena Álvarez-Buylla, no ha podido generar un solo lote de la vacuna Patria. Y eso que copiaron su diseño, no lo hicieron. Las fechas prometidas son de burla, pues lo mismo le digo hoy que le digo mañana. La última fue “para finales del 2023” y nos quedan dos semanas, el 31 de marzo del año siguiente es el fin de la campaña invernal de vacunación… ¿se echaría un doble contra sencillo a que no terminan?