En 2019 el Congreso de Campeche tomó la decisión de crear dos nuevos municipios. Uno de ellos, Seybaplaya, con menos de 10 mil habitantes y hartos guiños de corrupción hacia Alito Moreno, parece estar destinado a ser uno de los municipios más importantes para un hipotético gobierno de Claudia Sheinbaum.
El puerto de Seybaplaya, en conjunto con el de Champotón y Playa del Carmen, atienden las presentes necesidades de PEMEX, y buscan atender las futuras necesidades de una explotación integral de la Sonda de Campeche.
Sin embargo, Seybaplaya y Campeche para Sheinbaum no pintan en hidrocarburos, sino en lo agropecuario.
Fue precisamente en este estado, el viernes recién pasado, donde se presentó a detalle la «República rural, justa y soberana». Así es como la candidata oficialista nombró a su proyecto para el campo mexicano, título que ya habíamos escuchado hace algunos días, cuando mostró sus 100 propuestas de gobierno.
De la mano del sinaloense Julio Antonio Berdegué Sacristán —ex subdirector general y representante regional de ONU para la Agricultura y la Alimentación— el proyecto fue presentado en cinco ejes:
1) Soberanía alimentaria 2) Atención a la mujer del campo 3) Programas de bienestar 4) Impulso a productores 5) Plan Campeche.
Del 1 al 4 no vale la pena ni comentarlos, pues es la misma charlatanería agropecuaria que se ha oído durante toda esta administración. El sexenio con mayores importaciones, y menores siembras y rendimientos, en mucho tiempo. Sí, en buena parte es la coyuntura global y el cambio climático, pero por chambones es que nos ha ido como nos va.
El Plan Campeche, ese sí es de dar miedo, pues plantean invertir copiosamente en el estado de Layda Sansores para convertirlo en una potencia arrocera y lechera.
«Hay mucha agua», dicen como argumento para imaginar que el estado pudiera ser una potencia lechera. Se nota que los de MORENA han de creer uno de los adagios más célebres del campo: «con agua, pasto y dinero, cualquier pendejo es ganadero».
Y aunque las condiciones se alcancen, lo cierto es que el sureste tiene pocas posibilidades de repuntar en el mundo lácteo. De las 13 millones de toneladas de leche que se producen en el país, menos del 0.3% se produce en Campeche. Más claro. Tlaxcala produce más del doble, Puebla, diez. El número uno, Jalisco, produce sesenta y una veces más.
Cuatro de cada diez litros nacionales de leche de vaca salen de Jalisco, Durango y Coahuila por estar cerca de los centros de transformación y consumo, y por tener infraestructura para alimentar rentablemente a los animales. No por buenos deseos gubernamentales.
En arroz, eso sí, Campeche es el campeón indiscutible, produciendo 1/3 de la producción nacional. 72 mil toneladotas… para el millón y tantos que nos echamos como país. A nivel persona comemos menos de 10 kilos al año, pero va a ver la sangría gubernamental para echar a andar un estado con una superficie agrícola de un tercio de Puebla. Puebla, que es menos del 5% nacional.
El desastre agropecuario ha sido mayúsculo en esta administración, con miras a perpetuarse otros seis años si se siguen estas puntadas. Puntadas respaldadas por un presidente que en sus tiempos vio al sureste enriquecerse gracias al ganado, gracias a sacrificar cientos de miles de hectáreas de selva virgen (como la Lacandona) para implementar un esquema de negocio depredador y con fecha de expiración. Y aunque esos tiempos echeverristas han pasado, las máximas del campo permanecen inmutables: «con dinero del erario, cualquier pendejo se cree empresario».