La marihuana ha transitado de ser un símbolo de contracultura a un punto de inflexión en la política de salud pública, cruzando por ser la sustancia más consumida por nuestros vecinos del norte.

El presidente Biden, en un arrebato de sinceridad, expresó que «demasiadas vidas se han trastocado por culpa de un enfoque fallido hacia la marihuana». Y no le falta razón. La historia reciente de Estados Unidos muestra cómo el cannabis ha dejado de ser una droga demonizada para convertirse en una sustancia de consumo diario para millones de estadounidenses.

Según datos de la Encuesta Nacional sobre Consumo de Drogas de aquel país, 17.7 millones de personas reportaron consumir cannabis casi todos los días, superando a los 14.7 millones que consumen alcohol con la misma frecuencia. Esta tendencia refleja un cambio cultural profundo y, a su vez, plantea importantes interrogantes sobre las políticas de drogas.

Este cambio en la tendencia de consumo se da en un importante cruce legislativo, el reciente anuncio del gobierno de Joe Biden para reclasificar la marihuana. Moviéndola de la Lista I a la Lista III, en un sistema altamente subjetivo basado en «usos médicos».

En la Lista I está lo mismo heroína que marihuana, en la II cocaína, fentanilo y Ritalin, o en la III codeína, ketamina y esteroides. La hipocresía inherente en el sistema de control de sustancias queda al descubierto cuando se considera que sustancias como el alcohol y los cigarros, con riesgos demostrados de abuso y adicción, no están en ninguna lista de control.

La legalización del cannabis en 24 estados para uso recreativo —y en 38 para uso médico (guiño, guiño)— podrá decirse que transformó la percepción pública y lo que quiera y mande, pero creo medio millón de empleos y legalizó una industria de 28 mil millones de dólares en EUA el año pasado. En ese mismo periodo toooda la industria agropecuaria mexicana exportó apenas 21 mil millones.

Mientras tanto, en México, seguimos atrapados en un laberinto de prohibiciones y contradicciones que hacen fruncir el ceño ante la estupidez de nuestros gobernantes.

Según el Censo Nacional de Procuración de Justicia Estatal 2023, en el país se abrieron carpetas de investigación contra casi 87 mil personas por posesión simple de narcóticos. ¿Por homicidio? 46 mil en un sexenio con 180 mil muertos y un rosario incontable de desaparecidos.

Pensará que se ataca tanto al consumidor como al comerciante o productor, pero no es así, las carpetas por posesión simple son el 80% de todas las investigaciones abiertas por delitos contra la salud.

El fenómeno de la criminalización por posesión simple no solo llena las cárceles de consumidores, sino que también perpetúa un sistema donde simples individuos sorprendidos con un churro entre los labios salen graduados como grandes criminales tras una estancia intensiva en nuestros centros de reclusión.

La Suprema Corte en 2015 había sentado precedentes para la despenalización del consumo personal, con una resolución definitiva positiva en 2021 sobre el consumo lúdico de la Mary Jane.

Sin embargo, el conservadurismo de AMLO ha llevado a la inacción del gobierno, manteniendo el statu quo, contradiciendo todas sus propuestas de campaña. Sheinbaum no ha dicho ni pío sobre el tema, pero viniendo de la UNAM y viendo sus fotos de aquella época, es fácil imaginar que la Doctora reconoce lo inocuo de un porro. De los que se enrollan, no los que toman el Auditorio Justo Sierra.

No se trata de promover el consumo indiscriminado, sino de crear un marco legal que permita el acceso seguro y controlado a la sustancia, al tiempo que se reduce la carga sobre el sistema judicial y penitenciario.