En ciclo de entrevistas, el nuevo secretario de agricultura —Julio Antonio Berdegué Sacristán— del gobierno electo de Sheinbaum, reveló las tres prioridades esenciales de la presidenta para su secretaría: el bienestar de las personas del campo, el uso eficiente del agua y el aumento de la producción agropecuaria.
El secretario en nombramiento, mencionó que la primera prioridad es el bienestar de las personas que viven en el campo, destacando que persisten más de 6 millones de mexicanos en condiciones de extrema pobreza en el campo.
Recuerde que apenas 2 de cada 10 mexicanos viven en poblaciones rurales, que es muy distinto a «vivir en el campo». Ahorrándole los números, unos veintiséis millones de mexicanos viven en entornos rurales, donde si agarra uno al azar, tiene 1 de 6 en probabilidad de agarrar a alguien en pobreza extrema. Si hace el mismo ejercicio a nivel país, es apenas 1 de 33.
La desigualdad en los entornos rurales de México es innegable, pero aquí se manifiesta la primera confusión: el bienestar rural se confunde con el desarrollo agropecuario.
De esos 6 millones de mexicanos pobres extremos rurales, ¿cuántos se dedican principalmente a la agricultura, a la ganadería? ¿Y cuántos se dedican a estas actividades económicas por mera subsistencia, al no existir otras posibilidades de desarrollo en sus entornos?
¿Bienestar para quienes nos dan de comer? Para todos los mexicanos, faltaría más, pero el argumento anterior tampoco se sostiene: todos los pequeños productores del país producen menos de 1/6 de los alimentos nacionales.
Pensará que si se quiere ayudar a estas personas desde la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural sería con apoyos agrícolas, pero lo cierto es que los números tampoco cuadran para ello.
Hay más pobres en el campo que unidades de producción en todo el país. 6 millones de pobres contra 4 millones y medio.
Podrá pensar que la razón es falta de capital y que hay mucha tierra ociosa, pero eso tampoco. Tan solo hay medio millón de unidades en reposo. ¿Deforestación, reparto agrario? Por supuesto que no, esperemos, la frontera agrícola de México no tiene hacia dónde crecer en tamaño con los alfileres actuales, lo que deja un solo juego: eficiencia.
Y ahí bien podría entrar la segunda prioridad del gobierno con el manejo eficiente del agua, un recurso vital que se utiliza en un 75% en la agricultura.
La necesidad de ajustar la agricultura a la realidad del cambio climático es incuestionable, sin embargo, los planteamientos del secretario esbozan confrontamientos: «más eficiente para liberar una buena parte de ese recurso para otros usos que nuestra sociedad, nuestro país necesita consumo humano, pero también desarrollo económico».
La tercera prioridad es mantener y aumentar la producción agropecuaria, pero es que es la tercera. Entender que las secretarías de agricultura no son de desarrollo social es un eterno coco latinoamericano.
En el discurso popular y político de todos los partidos —no solo Morena— lo rural sigue asociado a la persistente idealización romántica de campesinos labrando la tierra, sin reconocer las profundas transformaciones socioeconómicas que han diversificado estas áreas. Esta visión no solo ignora la complejidad de las dinámicas rurales contemporáneas, sino que también perpetúa políticas públicas inadecuadas que no responden a las necesidades reales de estas comunidades.
Berdegué Sacristán pertenece a una de las familias más poderosas de Mazatlán. Heredero de un imperio pesquero, accionista familiar en un emporio hotelero, y funcionario de élite en Chile de las altas esferas de aquellos organismos multilaterales que desprecia Morena. ¿Apuntamos a otro sexenio de contracciones agropecuarias?