Donde las sombras de la corrupción crecen largas y densas, en la vastedad del paisaje político mexicano, no hay espectáculo más recurrente que el sacrificio ritual de los chivos expiatorios.
Esa práctica que, lejos de redimir culpas, simplemente añad eun capítulo más a la interminable saga de impunidad que define al país.
Y es que, en este sexenio, el altar de la corrupción ha visto desfilar a muchos, pero pocos casos tan emblemáticos como el de SEGALMEX, esa quimera burocrática destinada a asegurar la canasta básica de la población, pero que, como tantas otras iniciativas, terminó siendo un festín para solo unos cuantos.
Los números no mienten, aunque a veces los traten como simples adornos de una retórica siniestra. Más de 12 mil — ¿o eran 15, o 20 o 22? — millones de pesos evaporados, desviados, desaparecidos en la maraña de contratos, compras y errores administrativos. ¿Quiénes son los responsables? El hilo se corta por lo más delgado, nos dice el refrán, pero aquí parece haberse refinado la técnica hasta un punto casi artístico: un hilo 15 mil veces más delgado.
En esta tragicomedia nacional, Luis Fernando Zurita, conocido en los bajos fondos de la economía popular como «El rey del abarrote», ha sido señalado como uno de los protagonistas. Zurita, presunto prestanombres de Ignacio Ovalle, exdirector de SEGALMEX, se erige ahora como el rostro visible de un esquema corrupto que le involucró en la venta de 25 mil toneladas de azúcar para el Programa de Abasto Rural. Una venta, dicho sea de paso, que se pagó, aunque el azúcar nunca llegó.
La muestra de la corrupción: 1.6 millones de pesos de mordida para Zurita, una fracción microscópica en el gran mar de la corrupción, pero suficiente para ofrecer al pueblo el chivo expiatorio de la temporada.
Mientras tanto, Ignacio Ovalle Fernández, un veterano de la política mexicana con rancias credenciales priistas, parece haber salido del embrollo con una simple palmada en la muñeca. Ovalle, que en otros tiempos fue jefe del actual presidente López Obrador en el Instituto Nacional Indigenista, ha logrado sortear las tempestades con la destreza de quien lleva décadas navegando en las aguas turbulentas del poder. No se puede decir lo mismo de los gandallitas azucareros, quienes, a pesar de estar lejos de la cúspide del esquema, han sido objeto de la furia legal, con 22 órdenes de detención para la misma cantidad de la misma cantidad de personas.
Pero Zurita no está solo en esta galería de sacrificios. Por encima de él, se encuentra Gavira Segreste, un personaje que, según se dice, robó una cantidad de magnitud superior, pero que, gracias a su habilidad para maniobrar legalmente, ha logrado mantener a raya a la justicia en base a amparos y mañosos recursos. Mientras los peces pequeños son devorados por las pirañas del sistema, los tiburones nadan tranquilamente en las aguas turbias de la impunidad.
El caso de SEGALMEX es un microcosmos de una realidad más vasta y desalentadora. Aquí no solo se roba azúcar, se roba de todo y se hace de todo. Desde pilas destinadas a SEGALMEX que acaban en Polonia, hasta sacos de maíz llenos de drogas en Hong Kong. Regrésese un segundo y haga memoria; hace dos años en Hong Kong encontraron 61 sacos de maíz repletos con más de 1 tonelada de metanfetaminas.
Pasando por contratos directos por más de 10 mil millones de pesos en leche y crema que resultan físicamente imposibles de cumplir. El empresario poblano Espejo Barradas, y su empresa Mexicana de Industrias y Marcas, aparecen como beneficiarios de estos contratos. Marcas como «Delite» que, lejos de deleitar al consumidor, parecen haber deleitado a unos cuantos con contratos imposibles.
La leche, literalmente, se cortó. La porquería es tal que no solo corta la leche, sino cualquier vestigio de decencia. En este país donde los chivos expiatorios son seleccionados con esmero, el hilo sigue cortándose siempre por lo más delgado…. 15 mil veces más delgado.