Hasta donde una decisión basada en la conveniencia política puede ser irrealizable o peor aún, puede llevar a la destrucción de un aparato profesional en el cual todos los mexicanos hemos invertido en aras de su provecho.
El servicio profesional de carrera, el aprovechamiento de capital humano especializado y de capacidades técnicas especiales y la conquista jurídica de derechos laborales adquiridos son puntos sobre los cuales vale la pena recapacitar previo a la implementación de las medidas de racionalidad y austeridad que implica el plan López-Obradorista para convertir a la administración en una suerte de justiciera ante un cúmulo de funcionarios que parecería que merecen un inclemente castigo.
Estamos sin duda ante un escenario de muy difícil materialización, donde se contrapone una decisión de racionalidad política a una de racionalidad técnica.
En este camino parecería impensable por lo que implica, desde la reubicación (no descentralización) de las secretarías de Estado, hasta el darse un real balazo en la pierna por desmembrar la administración pública y desechar a funcionarios que son baluarte y experiencia, los cuales se ubican en el plan de recorte de personal de confianza.
En primeras estimaciones la movilización de secretarías costaría al erario público cerca de 127 mil millones de pesos.
Sin embargo, no están claros los beneficios traducibles a ahorros o incentivos económicos que racionalicen tal idea, no sabemos de implicaciones sociales, poblacionales y de servicios que conllevarán tales mudanzas.
Por otra parte, resulta un camino de exaltar el rencor sobre aquellos que laboran para el estado, cuando en realidad no estamos tampoco ante un escenario claro de ahorro-beneficio para las arcas nacionales.
Debemos reflexionar por igual en cuáles son aquellas ganancias que se obtendrán por llevar al despido a cerca de 222 mil 600 funcionarios públicos. Esto representaría que el gobierno federal trabaje a un 30 por ciento de su capacidad de personal de mando, me refiero a aquellos que toman decisiones especializadas, a aquellos que ejercen actos de autoridad, quienes implementan políticas públicas y a aquellos que tienen un nivel de calificación técnica que difícilmente podría readquirirse en el mercado laboral.
Además de afectar un derecho humano, el derecho a contar con un trabajo se está jugando al filo de la navaja al cancelar prestaciones que se consideran jurídicamente como derechos adquiridos.
Por igual, el litigio sobre los despidos que podrían considerarse injustificados, llenará los tribunales de juicios quizá por encima de las capacidades institucionales para resolverlos.
Y sin embargo, no todo ha sido incrementos y desperdicios o excesos de la burocracia, en sus niveles alto y medio.
Habrá que recordar que han existido medidas que paulatinamente han reducido las ganancias desmedidas de funcionarios, concretamente con decretos, tales como aquel que establece las medidas de austeridad y disciplina en el gasto de la administración pública federal emitido en diciembre de 2006, el cual en su artículo octavo estableció: “En el ejercicio fiscal de 2007, los sueldos y salarios netos del Presidente, así como de los Secretarios y Subsecretarios de Estado, Oficiales Mayores, Titulares de Unidad y los puestos equivalentes …, deberán reducirse en un 10 por ciento...”
De esta manera, racionalizar el gasto en sueldos salarios y prestaciones es un actuar deseable, que sin embargo implica grandes gastos. Habrá que conocer los reales beneficios.
Y habrá que conocer las posibles consecuencias por igual. ¿Cómo modificará la composición del capital humano dentro del servicio público? ¿Supliremos experiencia por buscadores de empleo e improvisados?, ¿tendremos un sistema de compensación para evitar la fuga de talento y capacidades adquiridas? Terrible sería el no estar previendo esto.
Pero lo realmente preocupante es la pasividad que como oposición (que ya somos), el PRI ha dejado pasar este y otros temas que con argumentos deberían ser escrutados. ¿No somos aquellos que tendrían que estar del lado del burócrata, quien ha quedado en real indefensión ante un embate que lo cuasi-sataniza?
Ojalá emprendamos pronto la discusión de la temática, en vez de perdernos en “profundas reflexiones” sobre por qué perdimos la contienda electoral.
La respuesta puede estar entrelazada con este tipo de cuestiones…, perdemos cuando abandonamos las causas de gente como aquellos que muy pronto enfrentarán injustos y dolorosos despidos.