Una clara y preocupante advertencia sobre lo dramático que puede llegar a ser la escasez de agua para nuestra Puebla (y en lo general para toda la República), lo tenemos a la mano y en plenitud manifestable los próximos días con lo que nuestros vecinos capitalinos vivirán en lo que se anticipa será una auténtica tortura y detrimento de la calidad de vida.
Me refiero por supuesto al corte en la provisión del líquido para la Ciudad de México, debido a un total cierre por mantenimiento del sistema Cutzamala.
Este conjunto de abastecimiento acuífero representa junto con la cuenca de Lerma el 35 por ciento de la provisión aprovechable para consumo de la zona metropolitana.
De hecho, las cifras tienden a recargar progresivamente ese porcentaje, debido a que el restante 65 por ciento se obtiene de fuentes que se encuentran en estado de sobre explotación que van llegando ya a vías de extinción absoluta.
Estas vías adicionales están compuestas por presas pertenecientes a Michoacán y Estado de México y que antes pertenecían al sistema hidroeléctrico Miguel Alemán.
Hoy, a sus casi 37 años de uso útil, se prevé el corte masivo en Cutzamala para el último día de octubre y con ello se afectará en un 100 por ciento a las delegaciones Miguel Hidalgo y Cuauhtémoc, así como parcialmente a 11 alcaldías más en la ciudad.
Estamos hablando de un potencial de 4 millones de personas afectadas entre ese día y el previsible finalizador de los trabajos señalado para el 3 de noviembre.
Nos ubicamos ante un caos generalizado en el cual seguramente la voz del pueblo sabio se enardecerá en contra de aquellos quienes hicieron del problema de suministro y potabilización del agua, una auténtica bandera de campaña. ¿Reflexionará nuestro México sobre la responsabilidad que ahora pesa en consecuencias de aquellos quienes tuvieron el mando del gobierno y no invirtieron para días futuros como el que ya nos alcanzó? Yo me permito hacerlo en un rudimentario análisis.
La falta de inversión sobre la tecnología de bombeo y la infraestructura de distribución prácticamente ha sido una constante durante los últimos 35 años.
Es decir, durante toda la vida del sistema, el presupuesto destinable a su mantenimiento y tecnificación progresiva ha sido notoriamente insuficiente en una ciudad cuya demanda (y desperdicio) de agua es del tamaño del monumental estadio azteca.
Esto es real cuando una estimación de la UNAM nos indica que esa demanda equivale a llenar a tope 3 veces al día, el equivalente al volumen del templo mexicano del futbol.
En este cause, nos encontramos con que casi un 43 por ciento del agua provista, se pierde en fugas durante los trayectos de bombeo. Esto es impensable a futuro cuando la misma Universidad Nacional, ha estimado que la zona metropolitana puede ya llegar a enfrentar la crisis crónica en los próximos 30 años.
Ramón Amieva, siguiendo los cánones del mensaje político, ha expresado con contundencia que todo este viacrucis es un escenario absolutamente controlado.
Según el dicho del jefe del gobierno de la CDMX, más de mil cien pipas de agua paliarán con prontitud las necesidades más urgentes de abasto para hospitales, reclusorios, centros comunitarios etc. Sin embargo, la previsión de que ocurrirá lo contrario, se refleja en el mandato de la SEP por suspender clases, además que las propias cámaras empresariales estiman pérdidas por la imposibilidad de algunos negocios para dar sus servicios, misma que se traduce en ventas no realizadas y que podrían rondar en el orden de 70 millones de pesos.
Tomemos estos parámetros para lo que a nuestra Puebla respecta. De nuestros sistemas de provisión acuífera Xoxtla, Nealtican, Clavijero y Malitzin-Amozoc, tan solo nuestra ciudad obtiene 4 mil litros por segundo que provienen de cerca de 200 pozos, muchos de los cuales están en vías de agotamiento en un 80 por ciento. Al igual que la problemática capitalina, gran parte del problema estriba en el precario mantenimiento que se traduce en fugas (cerca del 37 por ciento) y con ello se llega a una cifra deficitaria en la provisión de más de 2 mil 300 litros adicionales para la demanda actual de la Angelópolis.
Es así que el futuro que tanto temíamos nos está alcanzando. Una pobre conciencia en el consumo que se significa en lo permisible que es dejar llaves abiertas, baños con fugas y goteos imparables, dispendio en los tiempos de ducha, lavado de coches, etc., operan en contra de toda una generación que compromete su calidad de vida ante una habitualidad que nos empobrece, ante un escenario que no nos permite plenitud.
Tareas de todos, ciudadanos y autoridades será el apostar con seriedad a la solución de lo que es no solo un problema más, sino el problema de problemas de millones de mexicanos que no merecen tal carencia.