La exigencia de que la gubernatura interina debería ser para un panista “por tradición, derecho y cortesía”, y así salvaguardar “la decisión de los poblanos”, que tanto repitió Marko Cortés Mendoza, presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del Partido Acción Nacional (PAN), no tuvo valor ni para él ni para los morenovallistas y albiazules poblanos.
Entonces, ¿por qué los diputados de los otros partidos deberían respetar su demanda y propuesta de interino?
La petición resultó ser parte de un discurso hueco, porque en la terna de los perfiles que analizará la mañana de este lunes la Comisión de Gobernación, y que luego será votada por el Pleno del Congreso local, AN no impulsó que se incluyera a ningún panista.
Prefirieron el pragmatismo, que contradice su argumento partidista de “tradición, derecho y cortesía” y anotaron al encargado de despacho, Jesús Rodríguez Almeida, un filo perredista, en primer lugar y único al que realmente quieren ver en la gubernatura, y al morenovallista, pero militante del Partido Nueva Alianza (Panal), Gerardo Islas Maldonado, quien no tiene ninguna posibilidad y fue anotado de última hora por insistencia, “terquedad”, dicen los testigos, del diputado también panalista Jonathan Collantes Cabañas.
Además de que Rodríguez Almeida no cuenta con la residencia de al menos cinco años y la condición de ciudadano poblano, que exige la Constitución local, está muy lejos de ser de sangre azul, pues en 2015 intentó ser candidato a diputado federal por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), pero fracasó, además de que su ejercicio profesional ha sido con administraciones del sol azteca.
El fervor panista con que Cortés vino a defender, primero en el funeral de Estado del ex gobernador y la gobernadora Martha Érika Alonso Hidalgo, y luego este jueves en reunión de su partido en la ciudad de Puebla, que la posición debería ser para un militante de su instituto, no tuvo reflejo en las negociaciones legislativas de su bancada en el Congreso del estado.
Algo, suponemos, tendrán que decir los panistas poblanos de esta nueva exclusión del grupo de herederos del morenovallismo, que ahora cohesiona y encabeza el ex gobernador José Antonio Gali Fayad.
En conclusión, ni el PAN apoyó a un panista, para que fuera gobernador interino de Puebla.
Con Pacheco se avoraza Barbosa
Quien se alza con mayores posibilidades de ser designado este lunes como gobernador interino es el priista Guillermo Pacheco Pulido.
De concretarse finalmente esta opción, el ex alcalde de Puebla capital (1987-1990) será el único poblano que haya ocupado la titularidad de los tres poderes del estado, pues como diputado local fue presidente del Congreso, Poder Legislativo; en los sexenios de Melquiades Morales y Mario Marín Torres fue presidente del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) y, en consecuencia, presidente del Poder Judicial, y ahora encabezaría el Ejecutivo, al menos cinco meses.
Su llegada, de la que se ha hablado tanto, tiene como eje su relación cercanísima con el ex candidato del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), Luis Miguel Barbosa Huerta, pues su hijo Javier fue coordinador financiero de la campaña del ex perredista.
Barbosa así busca apoderarse de todo en Puebla, dentro y fuera de Morena: el interinato, con Guillermo Pacheco; del partido, con el delegado a modo que le seleccionó el CEN y se anunció el sábado; del control del Congreso local, a través de Gabriel Biestro Medinilla; de la bancada federal, con la que dejó ver roces pues desde San Lázaro propusieron a Héctor Jiménez y Meneses para llevarle la contra, y en el corto plazo, de la candidatura al gobierno del estado, a pesar del profundo rechazo que genera en Puebla.
Todo, con la complacencia —algunos ven “complicidad”— de una alicaída presidenta nacional de Morena, Yeidckol Polevnsky Gurwitz, quien por cierto ya no trae consigo el respaldo del Presidente de la República.
A ella, incluso excluyen de las sesiones del Comité Ejecutivo sus mismos secretarios quienes, sin tomarla en cuenta, el viernes pasado firmaron una carta pidiendo un interino neutral para Puebla.
La pregunta obvia es ¿hasta cuándo Andrés Manuel López Obrador permitirá que siga él haciendo su antojo en Puebla con el aval de ella?