Nada pueden perder porque tampoco hay mucho en juego en la campaña de Alberto Jiménez Merino, el candidato del Partido Revolucionario Institucional al gobierno de Puebla en la elección extraordinaria tras el deceso de Martha Erika Alonso Hidalgo, cuyas funciones en el Ejecutivo apenas alcanzaron los diez días, entre la toma de protesta el 15 de diciembre y el 24, cuando colapsó el helicóptero en el que viajaba con su marido, Rafael Moreno Valle, dos tripulantes y un asistente.

En efecto, no es la misma tormenta política desatada hace unos días luego de darse a conocer que a petición de un tribunal internacional en la Organización de Naciones Unidas determinó volver a juzgar al priista Mario Marín Torres, el ex gobernador que hace 14 años supo de la detención de Lydia Cacho Ribeiro, autora de Los Demonios del Edén por un delito de difamación y calumnias denunciado por Kamel Nacif, el estigmatizado y torvo empresario textilero.

Jiménez Merino, uno de los abanderados en esta elección atípica en Puebla es quizá uno de los mejores perfiles con los que el priismo poblano cuenta. El problema para este técnico que goza de una buena reputación es que su nominación llegó en el peor de los momentos, no sólo por la pobre evaluación de un partido político disminuido a niveles nunca vistos en la historia moderna del país y el estado, sino por la mala imagen de sus cuadros dirigentes.

Una encuesta reciente del consultor José Zenteno y la empresa Mas Data refleja un mal estado de ánimo respecto de una figura central en el escándalo revivido por la ONU en pleno periodo de Semana Santa, el último mandatario en Puebla postulado por un partido que no había conocido derrota electoral alguna.

Desde que en diciembre de 2005 fue detenida la autora del libro Los Demonios del Edén en Cancún, Quintana Roo por cuatro agentes judiciales -dos de Puebla y dos de ese estado-, y luego fueron reveladas las conversaciones que avivaron el debate por la colusión entre el poder político y económico en contra de una activista, la imagen del gober precioso no ha mejorado.

Una de las variables que más contribuyó a la derrota del partido político de Marín Torres había sido el pésimo manejo de control de crisis y la coyuntura mediática aprovechada o propiciada por los adversarios del régimen que dominaba en la escena poblana en esos años y que previamente había dado muestras de tener una maquinaria electoral imbatible.

La encuesta de Zenteno da muestras palmarias de que el cambio de generación de 2005 a 2019 no ha disminuido el enojo respecto a la figura del último gobernador priista que tuvo Puebla. De acuerdo con el estudio de Mas Data hecho a petición de Paralelo19.mx, 37 por ciento de la población tiene una opinión mala y 9 por ciento más, cree que el papel que hizo este personaje es de regular a malo: 46 puntos negativos en la suma porcentual, lo que refleja un estado anímico adverso.

Marín Torres tiene un 73.6 por ciento de recordación entre los encuestados, de un total de 1 mil 200 entrevistas domiciliarias y cuyo margen de error es de 2.9 por ciento, dice la vitrina metodológica del estudio de Mas Data.

No pueden ser buenos números para el candidato del PRI, a quien se le identifica claramente con este ex gobernador a quien se le volvió a ver apenas comenzada la campaña para decir que el caso de la aprehensión de la escritora era caso juzgado en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Sin vaticinar aún lo que podría suceder con las órdenes de aprehensión libradas recientemente y de las que hablaron el presidente Andrés Manuel López Obrador y el candidato de Morena en Puebla, Luis Miguel Barbosa, hay dos datos duros que no debieron ser soslayados por el equipo de campaña de Jiménez Merino.

Marín Torres propició en buena medida la derrota en las urnas en 2010 de su delfín, Javier López Zavala; seis años después, a una candidata que parecía tener mejores probabilidades competitivas, Blanca Alcalá Ruiz, a quien acompañó a su registro en la 5 Poniente; y ahora parece repetirse la historia, con el candidato Alberto Jiménez Merino.

Los datos duros derivados de diversos estudios de opinión no ofrecen un buen presagio. La medición hecha por Mas Data establece que entre 4 y 6 por ciento de población tiene cierta identidad priista; entre 5 y 8 por el Partido Acción Nacional; por el Movimiento de Regeneración Nacional, entre 32 y 38.

Súmese todos los ingredientes, sus variables y pasajes de la historia y lo que se tiene enfrente es un desenlace triste para la causa del único priista que levantó la mano para cumplir un viejo anhelo, el de la derrota que no se le podrá atribuir sólo a él, sino a una suma de factores contra los que difícilmente se podría salir victorioso: una tormenta perfecta.