El viernes pasado, la capital vivió un momento determinante de la historia política reciente. Dos gobernantes, de diferentes partidos, decidieron públicamente comprometerse a detonar la ciudad y dejar a un lado los intereses políticos y partidistas.

El mensaje es mayúsculo, máxime cuando acaba de terminar un periodo de brutal confrontación entre la autoridad municipal y la estatal.

Mientras Eduardo Rivera aseveró en su discurso inicial que no habría curva de aprendizaje porque él ya sabe cómo dirigir el gobierno municipal, Miguel Barbosa resaltó que trabajará de la mano del panista para atender temas que azoran a los capitalinos como la inseguridad y las obras de infraestructura vial.

Tuteando, saludándolo por su hipocorístico, el gobernador refrendó la buena relación que existe entre ambos al anunciar públicamente que en esta misma semana se reunirán para planear el futuro.

“Juntos pondremos en práctica acuerdos” y “no habrá confrontación”, fueron otras frases que recalcaron el tono de la relación actual y que contrastaron con mensajes sicilianos para la administración saliente como: “Quien haya cometido un abuso en los recursos públicos, que se vaya a la cárcel”.

Aunque el llamado de Miguel Barbosa a hacer buenos gobiernos y desterrar la corrupción fue la constante en todos los Ayuntamientos donde se presentó, en la capital el tema cobró un interés diferente, tan curioso como la frase “¡Que reviva Puebla!”, la misma que utilizó para concluir la arenga del pasado 15 de septiembre en Casa Aguayo.

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Eduardo Rivera, arropado por figuras panistas como Margarita Zavala, Josefina Vázquez Mota, Humberto “El Tigre” Aguilar, Marko Cortes y Felipe Calderón, recordó la persecución que vivió a manos del morenovallismo, lo que le valió el aplauso triunfalista.

En su discurso Dios, las mujeres y hasta los deudos que ha dejado el coronavirus tuvieron un espacio, como también los políticos que no están plenamente identificados con el PAN como: Miguel Ángel Mancera, Jesús Zambrano, Alejandro Armenta y los priistas Jorge Estefan Chidiac y el exgobernador Melquiades Morales.

Aunque no se trata de una reelección, ciertamente Rivera Pérez llega con un punto a su favor muy grande: ya conoce cómo se opera la administración municipal.

Con ese beneficio, el bono social y el respaldo de Miguel Barbosa, el panorama pinta bien. Ahora habrá que ver si la luna es de miel o se convierte en luna de hiel.