El triunfo del pasado domingo por parte del grupo del presidente municipal Eduardo Rivera era vital para la supervivencia y fortalecimiento del proyecto gubernamental, ya que había que eliminar a costa de lo que fuera, los riesgos de un posible bloqueo por parte de los aliados a Genoveva.

Actualmente, a ninguno de los dos bandos se le puede llamar “puro” ya que ambos son una mezcla de yunques y morenovallistas, aunque les cueste reconocerlo.

En estos momentos, en Acción Nacional y en el propio PRI no tienen más gallo para la gubernatura en 2024 que el presidente municipal de la capital. Tan flaca está la caballada que el sábado pasado Alito Moreno prácticamente lo destapó frente a todos los priistas de Puebla.

Una vez sorteado el obstáculo de la presidencia del partido y con el respaldo del PRI, Eduardo Rivera tiene 24 meses para lograr una verdadera operación cicatriz al interior del PAN ya que si bien es cierto que obtuvo el triunfo, no puede desconocer a quienes votaron por la otra opción, pues la elección de 2024 requiere en primera instancia de la unidad de los panistas.

A estos triunfos electorales que le dan certeza política a las aspiraciones del alcalde, se deberán sumar logros visibles en la capital que marquen la diferencia con la administración de su antecesora, porque de lo contrario, podría correr con la misma suerte de Claudia Rivera Vivanco.

Lalo Rivera deberá cuidar hasta el más mínimo detalle y no caer en la soberbia que se vivió con el morenovallismo, donde se aplicaba la máxima de: “quién no está conmigo, automáticamente está en mi contra”.

La elección del domingo también deja otra cara lección, ya que las advertencias que se hicieron a tiempo a Genoveva Huerta sobre la presencia de un personaje impresentable como Inés Saturnino fueron olímpicamente ignoradas.

El violentador de mujeres fue placeado en los eventos de campaña pese a que su presencia sí era repudiada por todos aquellos que conocen su negro historial.

El expresidente municipal prometió que le daría 500 votos a Genoveva, pero a estas alturas ya se habrán dado cuenta de cuántos sufragios le restó en otras partes del estado.

Personajes como Saturnino terminan convirtiéndose en lastres que cuestan campañas.

Sin acelerarnos mucho en el futurismo político, Eduardo Rivera puede estar punteando las tendencias a la gubernatura, ya que Morena se encuentra dividido y las fracturas aumentarán conforme se acorten los tiempos para entregar candidaturas.

Aún en el escenario de que Morena repitiera en la Presidencia de la República, Puebla puede ser uno de los estados donde el partido guinda pierda, ya que cualquiera de los hoy aspirantes como Alejandro Armenta o Nacho Mier representan posibles fracturas entre grupos y hasta posibles deserciones de alguno de ellos.

En el partido lopezobradorista no existen tribus como en el PRD, sino grupos bárbaros que se pelean el poder y que están dispuestos a destruirse con tal de impedir que sus adversarios obtengan espacios.

En los siguientes 24 meses el trabajo fino para lograr la operación cicatriz tanto en el PAN como en Morena será vital, si las acciones no se realizan con una precisión quirúrgica, los suspirantes y los partidos perderán por sí mismos.

Quizá el canibalismo sea el mayor peligro de quienes hoy aspiran a despachar desde Casa Aguayo.

Nacho Mier y su eterno doble discurso

Después de que Nacho Mier se comprometió en una entrevista radiofónica a que con los excedentes del precio del petróleo se etiquetarían recursos en el PEF 2022 para la reconstrucción de San Alejandro, se vio cuál es realmente su tamaño de operación política.

Es evidente que una cosa es el discurso mediático y otro el de la tribuna legislativa en donde terminan acuchillando al “pueblo bueno” al que le mienten con un cinismo alarmante.

Su bancada, la de Morena, rechazó la propuesta de su líder y Nacho no pudo cumplirle a sus votantes ni a los poblanos.

El “líder” en San Lázaro demostró que al igual que la mayoría de los morenistas, carece de palabra y sólo busca cumplirle al mesías macuspano.