Con casi quince años en las competencias, en el año 2000, tuve la oportunidad de asistir por segunda vez, y participar en el Triatlón de Valle de Bravo, donde el reto de la escalada en bicicleta, pero además el compromiso de vencer mis miedos después del accidente de agosto de 1996, donde como he señalado, volví a nacer, había que demostrar la fuerza física y mental, además la palabra abandonar, no estaba en mi vocabulario.
Este lugar en el Estado de México, tiene un lago, rodeado de montañas arboladas, es un centro de deportes acuáticos.
Las calles con adoquines de la ciudad están bordeadas de edificios coloniales bien conservados, así que además de participar hay momentos para disfrutar el paisaje que atrae a turistas nacionales e internacionales.
Esta competencia que tiene como principales características son el agua helada una vez que esa agua viene de las montañas, por eso los organizadores permiten usar trajes de neopreno, de lo contrario uno se congelaría.
Pero el mayor reto es la escalada en bicicleta, y para enfrentarlo hay que fortalecer las piernas en los entrenamientos.
La escalada es de 18 largos kilómetros, hay un descenso de dos kilómetros, se da vuelta en “U”, y después se presenta otra subida de dos kilómetros, los últimos 18 kilómetros de los que consta la prueba, son casi una caída libre, donde hay que tener destreza porque cualquier descuido puede generar una caída.
En esta aventura está claro que quien aguanta los primeros 18 kilómetros, prácticamente está asegurando terminar la prueba, y es la montaña la que da una cátedra de que no puedes ser un improvisado, y hay que tomar las cosas con seriedad.
La ruta para correr, es plana, pero aclaro, éste fue el primero de una serie de los que participe en Valle de Bravo junto con el de Veracruz.
Como en el tan mencionado Valle de Bravo, que son triatlones olímpicos cercanos al lugar desde donde redacto este artículo.
Para llegar a ese lugar, se tiene que cruzar la Ciudad de México, ir a Toluca, relativamente cerca, al igual que el de Veracruz, por lo tanto, la participación es mayor, dada la cercanía y la comunicación con la capital del país.
Ese lugar, insisto, me trae recuerdos importantes porque después del accidente de agosto de 1996, sólo había nadado, y pedaleado, y por fin crucé la meta en Valle de Bravo, vencí ese miedo y terminó la duda sobre sí volvería a correr.