Un día, de esos en que el ladrillo en que estás te hace sentir en las nubes, el secretario de Educación, Melitón Lozano Pérez, llegó a su natal Izúcar de Matamoros, ya con un proyecto bajo el brazo: ser gobernador.

Su arribo fue con un solo objetivo, lograr los recursos económicos suficientes para obtener su meta y para ello requeriría de su aliada y de quien pensaba “le debía el puesto”.

Al menos así lo aseguraba, todo era cosa de manejar los hilos.

La confianza era total de obtener el dinero suficiente.

Pero se dio un chasco, cuando fue rechazado.

Lo que pretendió simplemente no era legal y quien firmara podría pagarlo.

De este modo, la alcaldesa Irene Olea, no sólo rechazó lo ordenado, sino en cascada, se vino un rompimiento que sorprendió a muchos, aunque a otros no, al saber la forma de operar de uno y otro.

Y digo ordenado, porque para la cabeza de Melitón, Irene, era algo así como una empleada que le debía todo.

Incluso Melitón presumía que gracias a él le dieron la candidatura y obtuvo el triunfo, todo porque el esposo de la alcaldesa, Antonio Guevara Palafox, era su mano derecha, durante muchos años.

Claro, luego del desaguisado, Guevara le renunció inmediatamente al cargo secretario particular en la SEP.

De esta manera, rompió Melitón con su grupo más fuerte, sin calcular los daños.

Dicen que el poder y ese ladrillo lo transformó, llegando hasta soñar que podría ser el sucesor del gobernador Miguel Barbosa.

También dicen los que lo conocen, que la metamorfosis de aquel humilde maestro de izquierda, que llegó a alcalde de Izúcar, fue total, como pasar del proletariado a la burguesía.

Melitón era conocido como un verdadero hombre de izquierda desde hace muchos años en la puerta de la mixteca poblana, pero ahora con esas acciones sepultó su imagen.

Y es que se sabe, que no solo fue el ir buscar recursos al ayuntamiento que decía controlaba, sino que pretendió controlar diversas fuentes educativas.

En Izúcar, se topó con pared y empezó el declive, sin que él mismo lo supiera.

Pero claro, no se quedó de manos cruzadas.

Inmediatamente luego del rechazo, inició una cruzada con su otrora amiga, al lanzarle a los regidores afines.

Hasta ruedas de prensa hicieron acusándola de todo.

Incluso, afirmaban los cercanos, que pronto habría un cabildazo en el que Irene Olea, pasaría a la historia.

Pero la alcaldesa, aguantó a pie todas las embestidas, en su mayoría falsas.

Y aprovechó la visita del gobernador Miguel Barbosa, a su primer informe, donde como mujer empoderada, en su discurso clamó por justicia.

Sin nombrar a Melitón, destrozó a Melitón.

El gobernador asentó, le dio espaldarazo y pidió a regidores que le bajaran dos rayitas, tácitamente.

El mensaje llegó.

Para Melitón aquel 8 de octubre de 2022, fue el principio del fin.

Como la letra de la canción, se dijo entonces: “ese compa ya está muerto, pero nadie le ha avisado”.

Tres semanas después, primero se fue Melitón, que Irene.

La vida da vueltas.

Ahora se dice, que la historia para Melitón no ha terminado.

Aún se le hacen cuentas.

Tiempo al tiempo.