En una noche de marzo del año pasado, en la República Centroafricana, un país ubicado en… el centro de África, cámaras de seguridad captaron a un grupo de hombres lanzando cócteles molotov a una instalación cervecera perteneciente a la multinacional francesa Castel, uno de los conglomerados de bebidas más grandes del mundo. Este acto, confirmado posteriormente por agencias de inteligencia occidentales, fue perpetrado por el Grupo Wagner como parte de una disputa más amplia por influencia en África entre Rusia y Occidente.

Para Grupo Wagner, brazo paramilitar de Rusia con presencia en varios puntos del orbe, la cerveza se convierte en una herramienta estratégica en su guerra de influencia, especialmente en la República Centroafricana, donde las marcas francesas tienen una fuerte presencia en su antigua colonia con la cerveza MOCAF.

El ataque a la cervecería no fue un acto vandálico aleatorio, sino una táctica en la competencia de Wagner por el control del mercado cervecero en la región.

Wagner construyó una cervecería rival al norte de la capital un año antes del ataque, escalando rápidamente la producción y distribución de su propia marca de cerveza, Africa Ti L'Or, que comercializa como rusa.

La estrategia de Wagner no se limita a la esfera física; también se despliega en el ámbito digital. Aprovechando las controvertidas prácticas de Castel para mantener su producción durante la guerra civil en la República Centroafricana, Wagner lanzó una campaña de desinformación acusando a la empresa francesa de apoyar el terrorismo.

Wagner, conocido por sus negocios en recursos naturales como oro, diamantes y madera en la región, da un paso audaz al involucrarse en un negocio más público como la cerveza. Africa Ti L'Or se presenta como una herramienta para mejorar la imagen de Rusia en el país, utilizando las mismas cuentas que difamaron a Castel para promocionarla como una alternativa positiva, y tener un prístino negocio para lavar dineros sucios.

Si bien el futuro de Wagner y su guerra chelera en la República Centroafricana es incierto después de la muerte de su líder, por probables directrices del Kremlin, en nuestras latitudes vemos también juegos de poder —afortunadamente sin la violencia— alrededor de la agüita de cebada.

Donde cada burbujeante botella cuenta una historia, Jalisco emerge como un epicentro de ambiciones líquidas. La danza de las etiquetas tomó un giro inesperado a finales del año pasado, cuando Cervecería Cielito Lindo, perteneciente al Grupo Cielito Lindo, conquistó los derechos de la venerada marca Minerva, desatando así una ola de cambios en el paisaje cervecero nacional.

Jalisco, tierra de mariachis y tequila, busca ahora agregar una nueva corona a su repertorio: ser la capital cervecera de Latinoamérica. Y lo está logrando, con esta jugada Cielito Lindo se convierte en la mayor cervecería artesanal de México. Su presencia es moderada, pero pujante. Fue patrocinador en la playera del equipo de fútbol Chivas femenil, y es la única cerveza artesanal del país que se puede consumir en World Disney.

Aunque las trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra, las trincheras cheleras en el país se están cavando. Desde el decreto presidencial firmado en noviembre para que no se establezcan industrias en Baja California, las revisiones de las concesiones hídricas, o los beneficios fiscales para mover todo hacia el sureste. El soldado experimentado, ya en movimiento, nunca se desconcierta; una vez que ha dejado el campamento, nunca se pierde; la guerra chelera nacional va moviendo piezas.