El aparato de gobierno está precipitado sobre la candidatura presidencial. El presidente de la República, en su condición de cabeza suprema de gobierno, dio el banderazo de salida. Felipe Calderón eligió candidato en su partido. Se llama Ernesto Cordero y despacha en la Secretaría de Hacienda. No es un acto de ejercicio ciudadano el suyo; es la coerción desde el peldaño más alto.
Como en los viejos tiempos de partido único la “cargada” se disparó y ahora mismo gobernadores y alcaldes, diputados y senadores, juristas y jueces, funcionarios de los tres niveles de mando y de los tres poderes, están sumidos en esa disputa (abierta en unos, soterradas en otros), cuyas consecuencias las acabará pagando el hombre común y corriente de la calle.
De ahora en adelante todo lo que hagan o dejen de hacerse los gobernantes estará en función de cómo aniquilan al adversario y le ganan la partida. Por lo menos de palabra, las políticas públicas quedan severamente comprometidas. Ningún funcionario, sea por elección o designación osará desairar la palabra presidencial, ¿o sí?
Pero vayamos por partes. Como el PAN ya mandó decir que los análisis que hace la prensa local no sirven porque sus autores piensan como priistas (y no como panistas, para que valgan supongo) y para no salirnos del tema y entrar en una discusión que puede tornarse bizantina, recuperó el comentario de Miguel Ángel Granaos Chapa de ayer. Tal vez el periodista más mesurado y de mayor credibilidad de México. Lo cito textual para vadear las descalificaciones:
“El 13 de mayo el presidente Calderón mostró a Ernesto Cordero como su preferido en la lid interna del PAN por la candidatura presidencial. Ante cerca de dos mil delegados y representantes del gobierno federal en las entidades hizo conocer esa inclinación al disponer que sólo el secretario de Hacienda y ninguno otro de los miembros del gabinete allí presentes, hablaran fuera de programa.
”Trece días después el parecer presidencial fue confirmado por una tenue ‘cargada’, al estilo de las que en tiempos de la hegemonía priista seguían al destapamiento del candidato presidencial, en que en sorpresiva coincidencia con la opinión del Presidente las fuerzas vivas encontraban en el elegido las virtudes de que otros carecían y cuyo ejercicio permitiría que México tuviera un futuro esplendente, del que por supuesto ya había sentado las bases.
”Me pregunto, sin embargo, si el apoyo a Cordero expresado por 134 panistas (incluidos cuatro gobernadores de medio pelo) fue, como parece, organizado por instrucción presidencial o al menos con conocimiento de Calderón, o si fue una presión de los corderistas para impedir que el Presidente mudara su preferencia. Por eso el secretario de Hacienda llamaría a su oficina de Palacio Nacional a los medios de comunicación para aceptar que aspira a la Presidencia pero ha de esperar la hora adecuada.
”No es un as de ases el que manifestó a Cordero su apoyo y le facilitó destaparse él mismo. Ciertamente hay entre los firmantes figuras de valor, con trayectoria que hace estimable su aval al secretario de Hacienda como Alejandro Zapata Perogordo y Ana Teresa Aranda Orozco. Pero entre los gobernadores que encabezan la lista sólo Guadalupe Osuna y Guillermo Padrés han sido panistas desde los tiempos difíciles, de la oposición arrinconada. El panismo de los otros dos es cuestionable. Si bien Rafael Moreno Valle dejó el PRI y fue senador apoyado por el PAN, su papel como gobernador de Puebla lo debe no a ese partido, sino al Panal, a Elba Esther Gordillo (que por eso escogió ese estado para confirmar públicamente su pacto con Calderón, a pesar de que ha renovado sus nexos con el priismo). Y no se diga de Marcos Covarrubias, el flamante gobernador de Baja California Sur, que hasta hace menos de un año era diputado federal perredista.
”Es de suponerse que en los próximos días por lo menos Javier Lozano y Heriberto Félix se sumen a la precandidatura de Cordero. A Alonso Lujambio le costará más trabajo, pero lo hará también. De modo que el secretario de Hacienda, cuando deje de serlo se enfrentará a los aspirantes con fuerza propia: Josefina Vázquez Mota, Santiago Creel y Emilio González Márquez, creyentes todavía de que pueden desafiar la maquinaria presidencial.
”Resuelta así la sucesión presidencial, en esta etapa y en el ámbito de su partido, Calderón intervino de modos diversos en la guerra de los mastodontes por el dominio de las telecomunicaciones. En sólo 48 horas reafirmó su predilección por Televisa y sus aliados. Y su manifiesta oposición a que el Grupo Carso extienda su poder entrando en la televisión de paga.
”El jueves recibió en Los Pinos a Emilio Azcárraga y al resto de los promotores de la Iniciativa México, la gigantesca operación de relaciones públicas inaugurada el año pasado y cuya segunda edición, actualmente en curso, comenzó por lanzar un código para el abordamiento informativo sobre la violencia. Calderón aprovechó la visita de comunicadores que son, en términos generales y de distintos modos, sus panegiristas, para criticar a sus críticos.
”Al día siguiente de esta conspicua presencia de Televisa en la casa presidencial, la Secretaría de Comunicaciones asestó un nuevo revés a Telmex.”
Disiento