No cabe duda, en esta administración todo puede pasar. “Los patos le tiran a las escopetas”, lo podría “justificar” la absurda idea de que reporteros con sus cámaras de video y fotografía hayan perseguido a elementos de la Policía Estatal Preventiva (PEP), del “selecto” Grupo Antimotines y estos “para su defensa personal” les tuvieron que no sólo arrebatar sus cámaras, sino borrar el contenido, cometiendo en forma flagrante un atentado contra la libertad de expresión, cuando ocurrió el violento desalojo del 23 de agosto en el municipio de Chignahuapan.
Y le digo que esta agresión ya tiene el carácter de “oficial”, y es que don Ardelio Vargas Fosado, el titular de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP), reconoció que sí ordenó que a reporteros serranos les fuera borrado el contenido de sus cámaras y además les mandó a decir —escondiendo la mano, por supuesto— que ¡chingaran a su madre!
Don Ardelio concedió un minuto a reporteros, no para negar la agresión a periodistas, sino para justificarla, acusándolos de agresores; además aprovechó el tiempo para amenazar —muy a su estilo— a los reporteros, “si no se identifican y no sé quiénes son, pues con la pena, maestro”, fue su mensaje posnavideño.
Pero qué se puede esperar de un funcionario salido de una administración federal, que para encubrir casos de omisión en asesinatos o “levantones” de activistas o de quienes han levantado la mano en busca de justicia, actualmente justifican su no proceder enlodando a la víctima con el tema “es que también era parte del problema”.
Perdone que insista, la declaración del secretario de Seguridad Pública donde reconoce que sí ordenó se destruyera información, que también podrían ser llamadas pruebas de un abuso de autoridad, es tema para el inicio de una averiguación previa, pero estamos en Puebla, donde Ardelio es de los consentidos del gobierno del estado.
Esto justifica también que el gobernador no haya hecho un solo comentario del abuso al que fueron sometidos periodistas de la Sierra, seguramente en breve haya algún comentario donde justifique el proceder de su encargado de Seguridad y ahora acuse a periodistas de “revoltosos” y de “andarse metiendo donde no los llaman”.
Al menos así piensa la delincuencia organizada de la prensa.

Del espionaje a la intimidación
Ocurrió después de las 15:00 horas del martes: tres hombres vestidos de trajes oscuros, con cabello corto, con gafas, salidos de la película Matrix o de Hombres de Negro.
Dos llegaron al domicilio de un servidor en una camioneta Xtrail de color verde oscuro, otro ya los esperaba sobre la calle.
El primer desconocido señaló una puerta, “aquí vive, en la parte de arriba”. Entonces los otros dos sacaron sus celulares y comenzaron a tomar fotos de la fachada, del número y después atravesaron la calle para tomar impresiones de lejos, para que se vieran las ventanas de los departamentos.
Una vez concluida la labor de “ubicación”, los desconocidos abordaron la Xtrail y se retiraron muy complacidos.
Muchas personas los vieron, tal vez la intención era dejar verse y a la vez mandar una señal de intimidación, o en realidad son “chambones” y no se dieron cuenta que alguien de esos curiosos les tomó una foto o dos, antes de que se pudieran retirar.
¿Quiénes fueron los visitantes misteriosos?
Les adelanto que un servidor no tiene cámaras de video ni la intención de agredir a algún servidor público para que justifiquen su presencia “para cuidar de su integridad”.
Seguramente quienes hicieron la visita se dejaron ver para “mandar un mensaje”, de otra manera sus procedimientos de espionaje son tan “sofisticados” que hubiera bastado con que estacionara un vehículo para filmar a quienes entran y salen de esa propiedad, o desde su mismo búnker “escuchar” conversaciones de Nextel y de celulares.
Lo bueno o malo de esta visita es que estos personajes pueden ser identificados, cualquier agresión o intimidación ya tiene por lo menos tres rostros y después el remitente.
Hubiera sido más fácil tocar la puerta, preguntar si ahí vive un reportero y luego pedirle que se dejara tomar una foto.
No hubiera salido tan evidente.

Nos vemos cuando nos veamos