Desde la 13 Sur y hasta la calle Chietla, la Avenida Juárez se ha convertido en una narcotienda, donde se expende todo tipo de drogas.
Los narcomenudistas se pasean en vehículos y a pie, para ser interceptados por sus clientes, quienes buscan desde una grapa de cocaína o de piedra, hasta una lágrima de heroína, a una pastilla psicotrópica hasta un carrujo de marihuana.
Los recorridos que realizan patrullas de la Policía del Municipio e, incluso, del Estado, son para vigilar que las ventas transcurran con tranquilidad, sin que el cliente o el vendedor alteren el orden público, para beneficio de ambos.
Aunque todos saben que se trata de un delito, federal por cierto.
Los vendedores de drogas o narcomenudistas operan, principalmente, a las salidas y entradas de los antros, con el lógico consentimiento de los propietarios y de los mismos empleados de seguridad.
La principal distribución de alcaloides ocurre dentro del antro identificado como “El Tigre”, donde los mismos narcomenudistas son también clientes.
En el desfile de las drogas, donde los vendedores le entran con la policía, además de encargados de seguridad de los antros, se encuentran menores de edad, quienes se han convertido en los clientes más constantes.
Entre estos menores hay niñas que terminan por dejar de serlo, luego de convertirse en víctimas no sólo de vendedores de drogas, sino de sus mismos acompañantes o parejas que terminan por llevarlas a otros lugares.
Y esto ocurre en una ciudad donde los feminicidios son cuantiosos y alarmantes, donde la trata de personas es una constante y donde también se da la desaparición de menores.
Entonces, la Avenida Juárez es otra más de las rutas del narcomenudeo.
¿A quién le importa?
Nos vemos cuando nos veamos.