Algo muy curioso sucedió este domingo en mi casa. O debería decir, que sucedió algo muy curioso en mi casa y también, en el estadio Corregidora de Querétaro.
O, tal vez, después de darme una vuelta por Twitter, deba decir que algo muy curioso ha sucedido en mi casa, en el estadio Corregidora de Querétaro y en la casa de muchas personas más.
Pero antes de entrar en detalle me gustaría hacerle a usted, quien amablemente lee este texto, una sencilla pregunta: ¿Le ha pasado que observa un partido por la televisión y ve cosas diferentes a las que ve y narra el cronista?
Pues no se sienta mal y tampoco se sienta especial, porque no es el único.
No sé a qué se deba, pero tal vez se trate de alguna especie de enfermedad propagada en todas —o casi todas—, las cabinas en donde se transmiten partidos de futbol y en donde sólo ven lo que quieren o deben ver.
Con la ignorancia que mi edad me permite, puedo afirmar que dicha enfermedad no es nueva, sino originada años atrás, pero que ahora, por muchas razones, tal vez el avance de la ciencia entre ellas, ya es un poco más fácil detectarla —aunque, lamentablemente, no curarla—.
¿Usted vio algún desvío en el gol de Pablo González? ¿Será que ese desvío, que sólo vio el cronista de Imagen TV, le hizo olvidar que su trabajo es precisamente ese, narrar lo que acontece durante un partido y no lo que sus intereses dictan? ¿Cuánto más debemos soportar este tipo de ridículos? ¿Debemos soportarlos?
Nos leemos la siguiente semana. Y recuerden: la intención sólo la conoce el jugador.