Dice el ex gobernador Melquiades Morales que para tomar buenas decisiones, los políticos deben ponerse una bolsa de hielo detrás de la cabeza.

Sin embargo, el sabio consejo pocos lo escuchan y mucho menos lo entienden.

El grueso de los políticos actuales, carecen de ese oficio que los llevaba a ejercer el arte con una sorprendente frialdad, en medio de las crisis de sus gobiernos.

De ahí otra de esas máximas dictada por Carlos Fuentes que define a la política como “el arte de comer sapos, sin hacer gestos”.

Sabiduría pura que se convierte en letra muerta, porque el nulo oficio de nuestros políticos y políticas cambiaron esas reglas no escritas, por la lucha de barrio, esa de callejón sin salida en donde pegar primero y por la espalda en la calentura y la adrenalina segregada por el fragor de la batalla los hace pensar que así ganarán sus peleas.

Pero en la política no se gana como burdos pandilleros; no es un tema de barrio ni de mafia criminal; se gana con la cabeza fría y en el momento oportunamente perfecto.

En política hay que medir al rival y no jugar a las vencidas con quien te supera en poder, jerarquía y longevidad del cargo.

Y así es como brincan los ejemplos.

El más claro y evidente es el de Claudia Rivero Vivanco. Sí, la joven presidenta municipal que acusa los estragos de su novatez política.

Dicen los grandes generales que para ganar guerras hay que escoger las batallas y medir al enemigo.

Tristemente Claudia traicionada por esa adrenalina sin control que segrega en los últimos días, ha decidido cantarle la guerra a un gobernador que según los últimos estudios de C&E, lo reposicionaron de manera sorprendente.

En su calentura, la alcaldesa ha sido traicionada por su enojo y no ha entendido que entre Miguel Barbosa y ella, las jerarquías políticas los colocan en diferentes escalones de poder. Simplemente no son iguales.

Nadie le ha explicado que este no es un choque de trenes, y si lo fuera, sería el estrellón entre una locomotora de vapor con un trenecito eléctrico.

Es una lucha desigual que ella no ha entendido y que la llevó a ordenar que los funcionarios de su gabinete iniciaran una serie de ataques abiertos en sus redes sociales en contra del gobernador por el tema de las obras, luego que Barbosa dijo que el Ayuntamiento no había hecho nada.

Pero la respuesta no quedó ahí, la alcaldesa ordenó emitir un boletín en el que se lanza con todo, con una cabeza que incluye el nombre del propio gobernador.

Con campaña #PueblaSeRecupera, la comuna capitalina responde a señalamientos de Barbosa.

Y ahí prácticamente se reconoce que la campaña de redes se ordenó desde la oficina principal de Charlie Hall.

Si bien es cierto que no se trata de poner una mejilla y luego la otra, la realidad es que a Claudia nadie le ha explicado que en política no respetar las jerarquías —tarde o temprano— te mata.

Y considerando que estamos en tiempo de definiciones, en donde Morena deberá decidir si respalda o no a Vivanco en su intentona de reelección, se puede entender su nerviosismo y notable irritabilidad. Lo que no se puede justificar, es que su ansiedad política la haya llevado a escoger al enemigo equivocado.

En términos taurinos —que nada le gustan a la presidenta—, podríamos decir que se lanzó al ruedo sin espada ni muleta.

Noroña, el Trump mexicano

Cuando el expresidente norteamericano dictó aquel mensaje que prendió a sus huestes al grado de sacarlas a la calle y tomar el Capitolio no teníamos idea de que otro personaje, igualmente bélico se encontraba entre las filas de la 4T.

El pasado fin de semana, Fernández Noroña se envalentonó y sin medir el impacto de sus palabras pronunció un discurso de odio en donde incitó al “pueblo bueno” a tomar la justicia por sus manos y exigirle cuentas, violentamente a Leobardo Ramos Lázaro, alcalde de Chahuites, Oaxaca.

Amén de las expresiones vulgares y los estereotipos replicados en la perorata del diputado, el asesinato de esta mañana del presidente municipal refleja que los legisladores de cuarta no miden el impacto de sus frases.

Hoy Noroña se deslinda de esa muerte pero omite que sembró la semilla.