Hace 10 días, la coordinadora de campaña de Claudia Rivera cometió un error garrafal que provocó que terminara ofreciendo disculpas públicas al gobernador y a su familia. Tras el disparate, que destruyó de un plumazo el discurso feminista del equipo de la alcaldesa con licencia, uno hubiera pensado que lo mejor y más natural era borrar del escenario a quien resta.

Pero no, en el equipo de Claudia Rivera los enemigos son ellos mismos, los tienen en casa y en su intento por emular a su líder repiten las pésimas decisiones de AMLO, como mantener en su puesto a quienes, ya se vio, no están capacitados para asumir posiciones de responsabilidad.

Ahí están los casos de Manuel Bartlett, el de Irma Eréndira Sandoval o más recientemente el de Florencia Serranía, la directora del Metro de la Ciudad de México.

El problema real de mantener en su sitio a quien no da resultados es que muy probablemente vuelva a cometer los mismos errores. Y así sucedió ayer domingo, nuevamente, con Liza Aceves.

Vayamos por partes.

Primero, Liza Aceves hizo un llamado a los medios a cerciorarse de los dichos antes de darlos como reales: “No se puede dar por sentado algo que no se indaga, que no se averigua, que no se investiga y es labor y menester de todos… que la verdad llegue”.

Ok, hasta ahí podemos decir que coincidimos en su clase de comunicación política que decidió impartir en esa rueda de prensa, pero tres doritos después, la propia Claudia Rivera Vivanco revela algo que debió escuchar entre sus cercanos y lo soltó como si se tratara de una verdad probada.

Acusó que gente del gobierno estaría llamando a los transportistas “para hacer algunas actividades el día de la jornada electoral” y remata señalando de manera directa a la titular de la Secretaría de Movilidad y Transporte, Elsa Bracamonte, diciendo que apoya al candidato Eduardo Rivera en sus redes sociales, sin mostrar una sola prueba.

Una screenshot del post o del tuit a favor de Lalo, desde la cuenta de la secretaría o de Bracamonte habría bastado para validar su acusación que, nuevamente, abolló la malograda campaña en búsqueda de su reelección.

El señalamiento resonó allá por El Alto y el acuse de recibo llegó con una carta en la que se le pide que se disculpe públicamente por las acusaciones sin sustento, o bien, que muestre las pruebas.

¿Qué necesidad había?

Ninguna.

¿Será que su coordinadora de campaña no predica con el ejemplo y olvidó corroborar que esos “rumores” fueran ciertos o al menos pudieran probarse?

En el remate y al intentar explicar la diferencia entre lo más rancio del expartidazo y Morena, Liza Aceves incluso recriminó que el caso de Saúl Huerta continúe en la agenda mediática y sostuvo que el aún diputado federal por Morena ya no es candidato ni pertenece a la bancada lopezobradorista en San Lázaro, como si con eso las investigaciones por violación equiparada y las denuncias por abuso sexual de menores pudieran esfumarse.

Lo dicho, el problema de mantener a personas en sus puestos por afinidad, es que tarde o temprano terminan por cometer errores clave en momentos determinantes.

Si la campaña de Claudia desbarranca, no deberá voltear muy lejos para conocer a los y las responsables.

Y dale con la violencia política de género

Por si todo lo anterior no bastara, Liza Aceves volvió a acusar de violencia política de género al candidato opositor Eduardo Rivera por decir que no va a contestar los ataques ni cuestionamientos de Claudia.

Y argumentan nuevamente el género. No, la negación de Rivera Pérez, puede tener argumentos de crítica con base en la evasión, pero nada tiene que ver con el hecho de que la candidata sea mujer.

Es claramente una estrategia de marketing político a la que suelen recurrir los candidatos punteros.

Ignorar ataques o señalamientos en quien va arriba en las encuestas es sumamente común y lo mismo haría si su principal contendiente fuera hombre, porque no se trata de ignorar a la mujer, sino de no caer en el juego de quien busca que tropieces en la etapa final de la campaña.

Victimizarse con el tema del género en este caso simplemente no aplica.

Así de fácil y así de sencillo.