Aunque usted no tenga mayor idea del mundo tecnológico los nombres de Steve Jobs y Bill Gates le suenan. Gates por su importante riqueza o participación en el desarrollo del sistema operativo Windows. Jobs por su impulso de dispositivos como iPod o iPhone, o su correspondiente trabajo en la manzanita, las Mac’s. O simplemente le suenan en el imaginario colectivo, ambos personajes son parte indiscutible de los desarrollos de nuestra época.
Sin embargo, hay otro nombre, mexicano, que ha sido engullido por el tiempo y las circunstancias: Jorge Espinosa Mireles.
En los 80’s el mundo vivía con expectativas la entrada al mundo cibernético. Aunque los avances eran modestos, y más bien primitivos comparados con nuestros tiempos, la llegada de equipos computacionales era un hito insospechado.
La posibilidad de tener en casa un computador era un lujo que se materializaba gracias a empresas como IBM o Macintosh –las Mac’s– con los modelos PC5150 y 128K, correspondientemente. Estos nombres son vacas sagradas en el mundo de la tecnología, no obstante, existió un tercer competidor, directo del tercer mundo, que puso a temblar a los gigantes: Cado Systems Printaform.
Posiblemente levante una ceja, o las dos, la marca Printaform sonará familiar, es una marca de color amarillo que vende mobiliario de oficina, ¿no? Lo cierto es que la empresa nació en 1961 como una compañía dedicada a artículos de oficina, incursionando al mundo de calculadoras, cajas registradoras y máquinas de escribir.
El fundador, el contador público Jorge Espinosa, fue director financiero de Telmex con dos computadoras IBM para facturar todas las ventas del país, pero el costo de las computadoras era altísimo. Y si era caro para dicha empresa, para un ciudadano era inalcanzable. Esto llevó al desarrollo de las computadoras Printaform gracias al presidente José López Portillo, que veía a México como un potencial competidor global en las industrias tecnológicas.
Cado Systems fue un éxito instantáneo gracias a sus capacidades, pero principalmente por precio. La planta de Hermosillo podía competir contra cualquier salario del mundo. Pero el éxito no solo fueron precios, la innovación fue clave. La empresa desarrolló la primera computadora portátil del mundo, la Printaform Columbia. Un pequeño mastodonte de 12 pulgadas que podía llevarse a cualquier lado. Una computadora del tamaño de una maleta de viaje, cosa nunca antes vista.
Tales innovaciones pusieron a temblar a los grandes jugadores de la época. El propio Bill Gates se acercó al empresario en 1989 para firmar un acuerdo que estableciera que todos los equipos de Printaform tuvieran el sistema operativo de Windows, el legendario MS-DOS. Gates sabía que en una pelea de costos tendría todas las de perder.
1992 fue fatídico para Printaform y el señor Espinosa. Ese año fue secuestrado por integrantes del Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo (PROCUP), y liberado tras pagar una desorbitante cifra para esas fechas, 15 millones de dólares.
La cantidad devastó la economía familiar y causó una importante mella en la empresa, misma que vio todas sus ilusiones de renacer sepultadas con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio y la llegada de numerosas marcas internacionales al país. Printaform nunca volvió a ser relevante en el mercado computacional y Jorge Espinosa murió en enero de 2021, sin que su nombre se cubriera de la gloria que su capacidad le merecía.
Printaform fue un garbanzo de a libra, pero lejos de una casualidad. En 1983 entró en vigor el Plan de Fomento a la Industria Eléctrica y de la Computación generando nombres como Televideo, Denky Corona o Electrón, que ya no dicen nada. México perdió en esos años la posibilidad de sentarse en la mesa de los adultos en la industria que hoy rige el desarrollo global. No aprendimos nada y la biotecnología, inteligencia artificial, industrias espaciales, genéticas y demás nos lo recuerdan a diario.