El rey del streaming –distribución digital de contenido multimedia– es Netflix. O al menos lo ha sido durante el nacimiento de la industria. A inicios de año declaró perder 200 mil suscriptores, con miras a otros 2 millones el siguiente trimestre, de una base de usuarios de 220 millones. Las culpas se reparten entre compartir la contraseña y la economía actual, pero en realidad el principal problema es la competencia.
Disney Plus, HBO, Amazon Prime, Apple, blim, Klic, Vix y YouTube, por nombrar solo algunos del ecosistema mexicano.
México y Netflix tienen una relación importante para esta generación de contenido. Tan solo en 2021 la compañía anunció invertir 300 millones de dólares para producir 50 proyectos originales. Al día Netflix ha producido al menos 25 series, 12 películas (entre ellas la multipremiada Roma de Cuarón), 7 documentales y otros tantos programas (como la historia de Kate del Castillo con el Chapo Guzmán).
La producción de contenido nacional en 2019 era de 834 obras, para 2021 aumentó a mil 101; comparado tuvo un fenomenal crecimiento superior al 30 por ciento. Dentro de esta bonanza se esconde un problema nacional: maquila barata a costa de los trabajadores.
Tuvimos un mortal ejemplo la semana pasada con la muerte de Paco Mufote y Ray Gaduño, en un accidente de tráfico, ambos actores participando en la serie “American Jesus” de Netflix. El accidente ha sido acreditado a las malas condiciones de logística en los enormes traslados entre las locaciones de Baja California.
Para defenderse de las condiciones de trabajo debería existir el apoyo de sindicatos, pero estos se encuentran cada vez más diluidos, como la ANDA (Asociación Nacional de Actores), famosamente fundado, entre otros, por Jorge Negrete y Cantinflas. Cuando se le suma a este problema la condición de freelancer, o trabajador por cuenta propia, tenemos un cóctel de abusos listo para detonar.
La maquila de contenido no solamente se da por precios en nuestro país, su riqueza histórica y geográfica, además de personal calificado y capaz, provee una generosa paleta para pintar el celuloide.
Puebla, como ciudad capital y estado, ha servido de locación para renombradas películas. Tizoc, con María Félix y Pedro Infante, o Enamorada, con la misma actriz, pero en mancuerna con Pedro Armendáriz, son representantes históricos de la época de oro con Tenango de las Flores y Cholula de fondo. En tiempos más recientes tenemos La Ley de Herodes, Hombre en Llamas o Arráncame la Vida. Vantage Point (Justo en la mira), narra un magnicidio en Salamanca, España, pero ante la negativa de ese ayuntamiento a cerrar la Plaza Mayor por tres meses la producción se movió a nuestro estado.
Puebla tiene dos iniciativas de ley en pugna para regular todo lo que rodea el desarrollo de estas actividades.
De un lado, está la priista diputada Laura Zapata Martínez con su Ley de Filmaciones Cinematográficas, Audiovisuales y Fotográficas, presentada el jueves anterior. Esta iniciativa viene respaldada por la CANACINE y su delegación en Puebla, además de cobijada legislativamente por el diputado, también priista, Estefan Chidiac.
Por el otro lado, y presentada a inicios de mes viendo la gestación de la anterior propuesta, está la Ley de Filmaciones del diputado morenista Fernando Sánchez Sasia. Este es un refrito del proyecto que el mismo diputado presentó de manera infructuosa hace dos años, donde gente del cine en Puebla mostró su rechazo al no verse incluidos.
Que el presidente municipal Eduardo Rivera y la actriz Barbari Mori vayan a encabezar el próximo 7 de agosto la Carrera Canacine 2022, anunciada a días de la ley propuesta por la priista, nos podrá indicar las mejores posibilidades de una contra la otra.
Ambas propuestas están en comisiones y de pasar cualquiera Puebla sería la décima entidad en tener una ley particular para la ahora madura industria, a ver si los diputados se ponen de acuerdo o dejamos pasar aún otra oportunidad.