Existen conceptos, como las bolsas de valores, que solo nos son familiares gracias a películas, series y demás multimedia. En México más gente ha visto películas bursátiles, como “El Lobo de Wall Street”, con Leonardo DiCaprio, que aquellos que han invertido en la bolsa. Apenas 2 de cada 100 mexicanos adultos lo hacen; en EUA son 50 de cada 100.
Las bolsas son entes –públicos o privados– que facilitan la compra-venta de valores e instrumentos de inversión. Los ejemplos usted los conoce por sus nombres propios: acciones de empresas, bonos, certificados o fideicomisos. Las acciones de empresas son las más populares en el imaginario colectivo.
Aquellas empresas que acuden a las bolsas buscan financiamiento vendiendo un porcentaje de ellas, lo que las vuelve públicas. Quien compra un pedazo se vuelve copropietario, teniendo voz en sus decisiones y pudiendo recibir ganancias en caso de utilidades.
México, desdichadamente, tiene una visión corporativa anclada en el siglo XVI: las empresas son asunto familiar. Esto lleva a un círculo vicioso donde ganancias e inversiones se quedan en pequeños circuitos de pocos apellidos. En Estados Unidos, por ilustrar, las empresas públicas ponen 80% de su valor en las bolsas, en México, quienes lo hacen, apenas el 20. Así, se desincentiva el interés popular en invertir, destrozando buena parte de la socialización de ganancias que genera nuestro sistema capitalista.
Para invertir no es necesario tener bolsillos profundos, con menos de tres mil pesos usted puede comprar una acción de Amazon. O mejor aún, usted pudiera invertir en alguna de las muchas nacientes empresas que se incorporan al ecosistema económico.
Orchata, Calii, PideDirecto o Jüsto. Puede que ninguna de estas compañías le suene, aunque entre ellas se repartirá parte del pastel-negocio del súper a domicilio. ¿Con quién compartirán las mieles de las ganancias? Solamente con los fondos de inversión privados que apostaron por ellas. Democratizar las ganancias es un cuello de botella en este país.
Para desarrollar ese mercado minorista se fundó –en 2018– la Bolsa Institucional de Valores, que acompañaría a la Bolsa Mexicana de Valores, establecida en 1895. Existen bolsas para todos intereses, como en Estados Unidos. NASDAQ cotiza empresas tecnológicas, como Microsoft o Facebook. La de Nueva York lleva empresas machuchonas, como Walmart o Coca-Cola. Mientras que la de Chicago determina los precios agropecuarios, como del maíz, trigo o frijol, teniendo gran influencia en nuestro país.
En México las bolsas, incluida la nueva, han sido sendos fracasos; en cinco años ninguna empresa ha buscado ser pública. Al contrario, tan solo en dos años han salido más de una docena de empresas en una hemorragia bursátil. Lala, Bachoco, Aeroméxico o Sanborns, por citar algunas. El capitalismo es voraz, sin duda, pero parte de su indecencia viene de las adaptaciones que les han hecho a las reglas del juego para que siempre ganen los mismos.