De quien nomás no se escucha un buen comentario, excepto de los ambulantes, es ni más ni menos que el secretario de Gobernación de esta Puebla cemitera, Jorge Cruz Lepe, pos en lo que lleva dizque chambeando en el Charlie Hall no ha dejado de trompicarse hasta con su misma sombra.

Y es que nomás con el Jorch no paran las vergüenzas de sus cruzadas de papelucho contra todo lo que huela a comercio informal, sin que la Netflix haya resultados de a devis” en lo que lleva al frente de la Segom.

Ante sus fracasos consumados contra boleros, globeros, voceadores y ambulantes, la única carta de presentación que se le sabe, es lanzar a las calles las hordas de Vía Pública, con todo y la fichita de Ulises Hernández.

Como quien dice, mis valedores, “donde manda chicote, no gobierna la razón”, y si no, basta con darse un roll por el Centro Histórico pa’ ver cómo los ambulantes se torean a su gente, que ya de plano “pasa sin ver”.

A todo esto, banda, ¿de dónde viene el odio del Jorch contra los informales?

¿Será que la “ley del tolete” que tanto le gusta aplicar ya tiene su historia, que a la menor provocación, le “sale el cobre”?

Pos ahí nomás pa’ echar candela, mi chismoso de la Segob ya rajó canela que no puede ponerles correa a los ambulantes, porque aún no supera el origen de todos sus fracasos.

Cuando en tiempos de Gabriel Hinojosa no pudo desarticular a la 28 de Octubre, y darle el poder a la Alianza de Agrupaciones Autónomas, conocida en el chante como la mentada “AAA”.

Y es que en esos años el Jorch se jactaba de operar las calles a sus anchas desde la Segom, pero todo se le fue de las manos cuando el pleito entre informales llegó hasta los plomazos.

Así como lo leen, mis carnales, y no bastó mucho pa’ que repitiera el mismo error y fuera marcado por el ojo de la polaca en mayo de 2004, cuando el Charlie Hall estaba en manos de Luis Paredes Moctezuma.

Es más, en esos días enfrentó acusaciones públicas de valedores comerciantes, por presuntos chanchullos cuando dirigía el área de Normatividad, y su entonces patrón, Jaime Zurita García, en la mismísima Segom.

Foto: Especial

Tanto fue el escándalo, que se ventilaron audios de cómo operaban estos angelitos, pos a diestra y siniestra desacataban órdenes judiciales pa’ reabrir negocios clausurados con toda impunidad, y encima de todo, banda, con el escarnio burlón de “no me importa que me metan al bote”.

Ahora todo tiene sentido, mis valedores. Seguro el Jorch ya ni se acordaba de su deshonrosa historia de desacatos y frustraciones consumadas, pero pa' eso tienen a su héroe de barrio.

Servidos.