En nuestro país –números redondeados– solo tres de cada diez mexicanos han tomado un avión en su vida, y si lo sacamos en promedio al año un connacional apenas hace 0.7 viajes vía aérea.
Y aunque tomar un vuelo nunca ha sido más barato en la historia, la industria del transporte aéreo mexicano es una en formación. No así la carga. Al año los cielos nacionales ven mover más de un millón de toneladas de bienes de alto valor.
Las rutas son variadas y muestran la diversificación de nuestra economía. Las cinco rutas con mayor carga son Los Ángeles, Fráncfort, París, Luxemburgo y Madrid, todas hacia la capital. Con eso comenzamos a desmenuzar problemas y oportunidades que cruzan lo técnico y político.
Nuestro presidente, en su afán de potenciar al aeropuerto Felipe Ángeles ha comenzado un juego de acciones como comprar la quebrada Mexicana para crear una aerolínea estatal o reducir el número de operaciones máximas por hora en el Benito Juárez.
No obstante, existe una medida que puede tener un impacto directo en Puebla, si la sabemos jugar: sacar las operaciones de carga de la capital del país.
Puebla está lejos de ser un referente en carga aérea. No entramos ni en el top 10 y nos rebasan, por mucho, lugares como Querétaro, San Luis Potosí o Mérida. Pero esto podría cambiar pronto con la consolidación de uno de los proyectos más relevantes del finado Barbosa Huerta.
En días pasados el gobernador Salomón Céspedes se reunió con el titular de caminos y transportes federales –Jorge Nuño Lara– para platicar, entre otros propósitos, en consolidar al aeropuerto internacional Hermanos Serdán en una terminal de carga y descarga.
Este proyecto es uno de los niños consentidos de la secretaria de economía estatal Olivia Salomón. De lograr consolidarlo antes del 2024 tendría un enorme logro que presentar ante posibles votantes. Faltará que convenza al presidente que Puebla puede ofrecer mejores condiciones y en tiempos más cortos que Santa Lucía.
Eso sí, es importante recordar que los aviones son extremadamente contaminantes. La industria de los aviones contamina tanto como toda industria global del cemento. La comparación es importante.
Para resolver muchos de estos problemas el mundo está volteando a ver soluciones que ya tienen varios siglos entre nosotros: los dirigibles.
Flying Whales (Ballenas voladoras) es una empresa parisina que comenzó su desarrollo para extraer materiales forestales de los remotos bosques franceses. Estos dirigibles son gigantes aéreos, 200 metros de largo y 50 de alto, pero tienen la posibilidad de llevar hasta 60 toneladas por viaje.
Estos equipos son tremendas opciones para llevar torres de alto voltaje o turbinas eléctricas a lugares donde los caminos son inexistentes. Piense en las zonas solares y ventosas de nuestras inaccesibles serranías.
En el futuro podríamos ver fantásticos cetáceos voladores surcar los cielos huejotzingas, trayendo y llevando los más variados productos. Por cierto, estos van rellenos de helio, no hidrógeno, como aquél infame Hindenburg que estalló en llamas junto a la industria de los dirigibles hace casi 100 años.