En México gastamos en promedio unos $3,500 al año en vestido y calzado; $3,900 en Puebla, imagino nos pica tantito más la vena vanidosa. No obstante, la manera en que compramos nuestros trapos y gualdrapas ha cambiado extraordinariamente.

La moda hoy en día es barata, rápida y en una espiral fuera de control, donde básicamente todo lo que compramos es basura con obsolescencia programada.

Los tiempos de sastres y casimires a la medida fueron suplantados por los grandes almacenes de prendas creadas masivamente, pero hoy en día las tendencias se me mueven a velocidades dictadas por las compras en línea y las modas del momento. Modas no de temporada o estación, del momento.

Cambiamos de guardarropa, especialmente las nuevas generaciones, como cambiamos de calzones. O aún más. Pero, menos de cuatro mil pesos al año no es una cantidad tan abultada, ¿de dónde cuadran los números? El truco está en cargar los costos al medio ambiente y aplicar las técnicas más viles de mercadotecnia. Le doy contexto.

Lo primero está en los materiales, donde el algodón es absurdamente derrochador de agua. Tan solo para generar un kilo de algodón requiere 20 mil litros. Más simple. Para una playerita cualquiera son 2,700 litros de agua. Más simple todavía. Una playera equivale a casi tres años del agua que usted bebería.

¿Telas sintéticas? Bueno, usar poliésteres o nylons es vestirse con plástico, lo que va contaminando nuestras aguas en cada ciclo de lavado. 1 de cada 10 kilos de microplásticos en el mar viene de la ropa, esos microplásticos que terminan en nuestros alimentos y ya están en su cuerpo.

Para ilustrar la mercadotecnia no hay mejor ejemplo que Shein, la empresa china que ha tomado por asalto los clósets de millones de personas y destronado marcas –igualmente cuestionables– como Zara o H&M.

Shein puede tener lista una producción de línea de ropa en entre 3 a 7 días, tiempo que le toma detectar una tendencia, producirlo en sus fábricas de Guangzhou y mandarlo hacia todo el mundo. Para lograr esto no monitorean los desfiles de modas, hacen un uso brutalmente efectivo de las redes sociales con algoritmos que detectan las más leves predisposiciones. Esto ha llevado a cientos de demandas –infructuosas– por el vil robo de diseños. Desde grandes casas de moda como Prada, hasta diseños yucatecos de huipiles.

Puebla se ha beneficiado de esta moda rápida (fast fashion) de manera agridulce. La alta demanda por telas ha impulsado una alicaída industria textilera, aunque las brutales contaminaciones a nuestros cuerpos de agua en la capital y Huejotzingo nos recuerdan los altos costos de producir para una industria que tira 92 millones de toneladas de prendas a la basura al año.

Playeras de a cien, pantalones menos de ciento cincuenta y vestidos por doscientos, las ofertas son atractivísimas, pero para el 2024 hay que pensar bien si lo mejor son propuestas basura como esas para nuestro futuro. Ya sabrá usted extender esas consideraciones hacia cualquier otra cosa que le rime con Shein.