Los avisos publicitarios nos cortejan con la perfección retocada de las imágenes, testimonios cuidadosamente seleccionados y palabras adornadas con un halo mágico. La publicidad engañosa, con su caleidoscopio de imágenes brillantes y frases melódicas, nos seduce con la idea de un mundo mejor en cómodas mensualidades.
Se nos invita a creer en la posibilidad de una salud radiante gracias a un frasco de comprimidos, o a la transformación de nuestra realidad financiera con un par de clics. O más simple, una apetitosa comida que no se parecerá ni en tamaño, presentación o sabor contra las retocadas publicidades.
Recientemente un grupo de consumidores de Taco Bell (dirá que el castigo viene al pedir ese remedo de comida tex-mex) demandó a la empresa por 5 millones de dólares en Estados Unidos ¿La razón? Publicitar engañosamente los tamaños de las porciones, la cantidad de carne y la frescura de los vegetales. Darles gato por liebre.
Es frustrante cuando las imágenes no se asemejan a la realidad, pero es aún peor cuando el engaño viene de creerle a alguien que creíamos confiable. Lo que llamaríamos en otros días portavoz de campaña y hoy en día “influencer”.
Apenas abra su red social favorita verá un abanico de personalidades recomendando un bien, un producto o un servicio. Esta es la publicidad más efectiva. No viene del sucio corporativo o los medios comprados, es una persona en la que confiamos y creemos cercana.
Llámelo pautas, campañas, o estrategias de marketing, es publicidad. Esos influencers le quieren vender algo y recibieron algo a cambio. Pero es bien difícil reconocer una recomendación de buena fe o vender por vender. Ahí, es donde comienza la regulación del estado, o al menos lo que se quiere implementar.
Al ser una campaña de publicidad entra en la esfera de influencia de Profeco, que busca meter en cintura esta mercadotecnia con la Guía de Publicidad para Influencers, que apenas es anteproyecto y debe transitar por la Comisión de Mejora Regulatoria para su consulta pública.
Los alcances son modestos, como clarificar si existe una vinculación comercial entre la “celebridad” y la marca. O asegurar que la información sea cierta, verificable e indudable.
Los tiempos modernos con la inteligencia artificial como el nuevo oráculo del marketing trae nuevos retos. Retos como mantener el equilibrio entre la seducción y la ética, ante la posibilidad de entregar al consumidor exactamente lo que anhela, sugerido por quienes más confianza le tenga.
Regular esto será una cuesta arriba difícil de hacer cumplir. La información no puede venir rodeada de links, hashtags o enlaces que dificulten reconocer que es publicidad. Se debe revisar si lo vendido cumple con las normas oficiales. Se debe limitar lo que se dice a la experiencia personal. E incluir advertencias de salud para su uso seguro. Yo solo le comento lo que dirá la ley, ya usted podrá ir imaginando si se va a cumplir o no.