Los genes, esos misteriosos hilos que tejen nuestra existencia, residen en su mayoría en el núcleo de nuestras células. En cualquier gran obra siempre hay personajes secundarios, en este caso las mitocondrias, que desempeñan un papel crucial en la trama de la vida. Estas son como los motores de una fábrica, transformando la energía contenida en los alimentos en combustible para nuestro cuerpo.
Como en toda trama épica los participantes pueden albergar defectos, en este caso genéticos, desencadenando devastadoras enfermedades mitocondriales. El trágico giro de esta historia radica en su transmisión matrilineal, ya que las mitocondrias defectuosas son heredadas de madre a hijos. Un desafío biológico que, hasta hace poco, parecía insuperable.
Pero la ciencia, siempre insaciable en su búsqueda de respuestas, ha dado luz a una solución: la terapia de reemplazo mitocondrial. Una coreografía genética meticulosamente ensayada que une in vitro los ADNs de madre y padre en un óvulo donado por una tercera persona, una mujer con mitocondrias sanas.
Hace algunas semanas saltó la noticia del nacimiento en el Reino Unido de “un bebé con tres padres”, un titular muy seductor. Pero la noticia es vieja, pues los primeros bebés nacieron con esta técnica en 2016 y fueron concebidos precisamente en México.
Las razones por las que un médico chino atendió a una pareja jordana con tecnología de punta en México son abiertamente deprimentes. Vinieron a México porque hay amplias lagunas legales para realizar algo prohibido en Estados Unidos. Los bebés ya tienen siete años y las legislaciones nacionales siguen igual de vagas al respecto.
La biotecnología en nuestro país avanza reumáticamente en buena parte por leyes totalmente desfasadas de las realidades tecnológicas. Los rancios panes que encierran el mediocre sándwich de la biotecnología mexicana son la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados y la General de Salud.
Podrá pensar que la edición genética es un universo ajeno a su realidad cotidiana, pero muchos escenarios apuntan a que la ingeniería genética será una necesidad obligada.
El cambio climático ha disparado las temperaturas de algunos lugares, al punto que las plantas y animales que viven ahí simplemente no pueden existir.
En zonas tropicales la mayoría de árboles dejan de hacer fotosíntesis arriba de los 46 °C, lo que efectivamente los mata. Chance y logramos revertir el cambio climático, pero por años seguiremos pegándole a temperaturas infernales. ¿Dejaremos que el mundo se deforeste mientras? El Amazonas, por este y otros problemas, ahora emite más gases de efecto invernadero que los que captura.
Los humanos comenzamos a fallar con temperaturas arribita de los 42 °C, pero con ciertas ediciones genéticas podríamos rebajar nuestras temperaturas internas o hacer más eficiente nuestra sudoración o respiración. Y ya estando ahí podemos hacer mínimos cambios a nuestros genes para protegernos de todos los virus existentes, tecnologías que ya existen para generar bacterias inmunes a cualquier enfermedad viral. Con pequeños cambios legales podemos pasar de ser un lugar de libertinajes a un centro de innovación para el futuro de la humanidad.