La Batalla de Centla es un episodio fascinante en la historia de México, donde la bravura y la resistencia de los combatientes se entrelazan con la implacable marea de la conquista española. Aunque marcada por la derrota de los guerreros mayas-chontales frente a las fuerzas de Hernán Cortés en 1519, su importancia radica en el mensaje de resistencia y la lucha desigual que encapsula.
Esta batalla perdida hace más de quinientos años y liderada por el cacique regional Tabscoob, de donde probablemente saldría el nombre del estado, tiene una reedición moderna. Muy apropiada de nuestros tiempos.
Los habitantes de El Bosque, Centla se alzaron ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos con una demanda clara: el cambio climático les ha ocasionado desplazamientos forzados y migración. El primer pueblo en México en ser desplazado por el cambio climático. Greenpeace ha secundado esta denominación también.
La historia de su lucha se remonta a 2019, cuando una marejada devoró las primeras líneas de sus humildes moradas, sembrando el temor ante el embate imparable del océano. Con el paso del tiempo, el mar insaciable se llevó consigo la tercera línea de casas, arrastrando consigo núcleos sociales como la escuela primaria, el jardín de infantes y dos templos, recordándonos que el cambio climático no distingue entre promesas políticas u otras afiliaciones.
Una reciente publicación en el Periódico Oficial de Tabasco ofrece una salida en forma de acto legislativo, destinando la enajenación de un inmueble a favor de los desplazados. Pero acá es arreglar el asunto para menos de 150 pobladores. La problemática real es mucho más real.
Depende de cientos de factores, pero en México los números bajos estiman 1.7 millones de damnificados directos por el cambio climático en los próximos 25 años. El número alto lo pone en 3.1 millones de mexicanos que necesitarán todos los servicios y condiciones para rehacer su vida. Acomodar un Zacatecas o un Hidalgo en el país.
Esos son los más críticos, existen arriba de 40 millones de mexicanos que vivimos en áreas con un alto grado de exposición al cambio climático, tan solo un nivel por debajo del máximo.
Puebla tendrá que lidiar en el siguiente cuarto de siglo con una Mixteca y un norte del estado sufriendo incrementos de temperatura tan importantes que vivir ahí será cuestionado. Otras pocas zonas verán un crecimiento desmedido por su resiliencia geográfica, como el área que rodea Teziutlán.
Ante el embate de tormentas más feroces, inundaciones más devastadoras y sequías más implacables, el ordenamiento territorial debería erigirse como un faro de cordura.
Sin embargo, las ciudades, con su apetito insaciable de expansión, devoran territorios vulnerables, desafiando las leyes de la naturaleza y exponiendo a sus habitantes a un peligro cada vez mayor, al permitir la ocupación indiscriminada de zonas de riesgo.
Unos dicen que es el calentamiento global, otros que ya se nos acabó el planeta. Visto con cinismo, tenemos la mejor oportunidad en la historia de hacer un negociazo planeando, construyendo, y pensando una ciudad sostenible para el futuro. No son cosas peleadas.