Un estudiante de la Universidad de Boston en la Plaza de Las Ventas, o que bien pudiera ser de Harvard, ha abierto la puerta grande de esa plaza, confirmando a lo que ha venido en esta vida: ser auténtica figura del toreo.
Elegantemente vestido, como lo qué es, un príncipe, pues su padre es rey en la fiesta, con un terno berenjena y oro con remates y cabos blancos, faja y corbatín negros José María Manzanares, con el corte de cabello muy al estilo llamado, precisamente “bostoniano”, sin antiestéticos caireles ni horripilantes greñas que erróneamente utilizan algunos torianderos queriendo así parecer gitanos, cuando la raza gitana merece más respeto que lo que hacen esto mequetrefes imitadores. Ejemplos de autentica gitanía: Rafael de Paula y Carlos Escobar “Frascuelo”, este último recién el año pasado abarrotó la Plaza de Madrid y puso al público de píe precisamente por su agitanada presencia, y en nuestro medio con una estampa limpia, pulcra, arete al oído, pañuelo al cuello y patillas al aire, Rafael Gil “Rafaelillo” dio cátedra de gitanería importada.
El triunfo de Manzanares hijo ha ocurrido un día después del triunfo similar de Alejandro Talavante. Levantan así la mano y pasan lista de presentes en la feria más importante del tauro orbis, los toreros de la línea del arte. Días después tocó el pase de lista a un mexicano, valiente de verdad, que enfrentó una mole de 672 kilos proveniente de aquella ganadería de tanto abolengo entre las más afanadas, la de Pablo Romero, que hoy lidia con el nombre de casa de Partido de Resina y a su primero, que había sido de la casa de Nazario Ibáñez. La prensa, el diario El País, en la pluma de Antonio Lorca, se expresó en términos de torero de buen corte, con sabor de torería. Zavala de la Cerna, en El Mundo, describió qué la faena parecía la casa de Moby Dick con esa mole que embestía todo, sólo el parársele delante resultaba pavoroso, ya que se arrancaba al pecho con fuerza tremebunda. Andrés Amorós, en el ABC, anotó que el torero se mostró digno y con oficio. Hablamos, usted bien lo sabe, del matador Ignacio Garibay, quien reapareció en la Plaza de Madrid, después de su presentación en agosto de 2002 con dignidad, aunque a costo de una grave y severa cornada de la que se mantuvo en el ruedo hasta dar muerte al enorme astado, al momento el más pesado lidiado en la Feria de San Isidro y ya después de dar muerte a su enemigo, acudió a la barrera a recoger su montera que había momentos antes entregado en brindis a Eloy Cavazos, Sebastián Palomo Linares y César Rincón quienes, juntos acudieron a apoyar a nuestro torero.
No cabe duda de que estos toreros son el renuevo de la pléyade de figuras y con su pulcra presencia dan cumplimiento a la sagrada escritura y decir de Belmonte: “¡Para ser Torero. Lo primero es parecerlo!”
Puyazos con la punta de la pluma