El presidente Felipe Calderón está desesperado y es que, como dicen en mi pueblo, las gallinas ya empiezan a salirse de su huacal y es que nada más no tiene forma de convencer a los consejeros nacionales de Acción Nacional para que acepten modificar los estatutos y haya cambio de dirigencia antes de diciembre, fecha en la que evidentemente pierde cualquier tipo de poder y de respeto por parte de los panistas en México.
La semana pasada, Calderón Hinojosa mandó llamar a las piezas fundamentales de su partido en el país, para intentar convencerlos de que Gustavo Madero abandone la dirigencia nacional y sea uno de sus afines, y por qué no su propia esposa Margarita Zavala quien encabece al instituto político con miras al futuro.
Sin embargo, sus poderes de convencimiento se han desvanecido como agua entre sus dedos, pues está más que claro que “muerto el rey, viva el rey” y Felipe Calderón, como es natural en cada presidente saliente, ha perdido cualquier posibilidad de negociación. El próximo 11 de agosto se llevará a cabo, como lo marca el estatuto, el Consejo Nacional del PAN y serán los 300 consejeros los que decidan por mayoría que a mitad de diciembre tomarán las decisiones correspondientes. Fecha en la que evidentemente Calderón Hinojosa habrá perdido sus últimas batallas.
El pasado martes en Puebla estuvo quien aspira a coordinar a los diputaos federales de la próxima legislatura federal: Luis Alberto Villarreal, un guanajuatense que no pertenece al Yunque y que públicamente dejó en claro que su respaldo total está a favor de Gustavo Madero, por lo que las intenciones de Felipe Calderón de moverlo de la dirigencia serán en vano. Ahora sí los panistas iniciarán una verdadera reestructuración y tratarán de mantener el control obstruyendo a la ultraderecha de cepa, al Yunque que trata, dicen, de manejar al partido y llevarlo al retroceso.
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