Año tras año somos testigos de la frustración e impotencia de jóvenes egresados del nivel preparatoria que ven truncados (pues ésa es su sensación) sus sueños de estudiar la carrera que eligieron para ejercer “el resto de su vida”, luego de no encontrar su nombre en la lista de aceptados en la Universidad Autónoma de Puebla.
Primero, debemos dejar en claro que gran parte de estos recién graduados no ingresan a la facultad de sus sueños por variadas razones: la primera, la carrera que eligieron es de las de mayor demanda, por ejemplo, Medicina, Ciencias de la Comunicación o Sistemas de la Computación. En segundo lugar, provienen de bachilleratos que no están incorporados a la máxima casa de estudios (pues se les da prioridad a quienes estudian desde la prepa en las filas de la Autónoma de Puebla) y, tercero, el número de matrícula es menor a la demanda.
Sin embargo, vemos —como consecuencia de la frustración— amenazas por parte de los “no aceptados” de tomar las instalaciones de la universidad, iniciar huelgas de hambre y hasta intentos contra su propia salud, como una forma común de presionar a las autoridades y para que se les otorgue una oportunidad. Según lo sucedido en años anteriores, los alumnos que no ingresaron a alguna de las licenciaturas que ofrece la universidad pública son apoyados con becas en escuelas incorporadas que, si bien no cuentan con el mismo nivel académico, son parte de la UAP.
Lo que los aspirantes deben entender y analizar es que cada una de las instituciones de nivel superior públicas o privadas tienen un límite en su matricula pues, si bien los estudios gratuitos son derecho constitucional, esto no implica que sea forzosamente en la UAP y su derecho se convierte en necedad. No debe ser sencillo el proceso emocional por el que los jóvenes, acompañados algunos de sus padres, atraviesan, pero tampoco es emocionalmente correcto que utilicen la manipulación, el chantaje y hasta las amenazas para lograr su objetivo.
La buena noticia es que, ante la demanda estudiantil, la UAP abrió una segunda vuelta a los rechazados con dos mil espacios, lo cual no resuelve el problema de fondo pero sí aminora el “golpe” mediático. La mala es que pareciera que las marchas, las amenazas y el amedrentar se han convertido en la solución de los jóvenes para lograr sus objetivos.