“La maestría de Zotoluco”, “30 años de añejamiento esparció Zotoluco en la México”, “Zotoluco en su corrida 70 en La México, suma admirable, reiteró su sitio de Primera Figura mexicana. Todo un compendio de experiencia”. Estos comentarios que preceden son algunos de los muchos que aparecieron en los diarios, lunes y martes, posteriores a la segunda corrida de la Temporada Grande en nuestro máximo coso; el cartel, lo ocurrido, usted ya lo sabe.
Lo que resulta incomprensible es la forma en que los TV-cronistas que se encargan de transmitir el festejo, ante la evidente protesta del público asistente, se dedicaron incuestionablemente a narrar otra cosa. Resulta evidentemente audible que el volumen de los bums o micrófonos ambientales es notablemente disminuido para que los TV-espectadores no se enteren de lo ruidoso y agresivo de las protestas.
Y los cronistas creen que están transmitiendo para un público conformado por retrasados o débiles mentales. ¿Acaso es una forma no agresiva de decirnos idiotas o imbéciles? ¿Qué piensan? ¿Que no sabemos apreciar los que es trapío, edad y presencia de un toro? Ahora bien, dentro de su nefasta, criminal y engañosa manera de expresarse, llegan al absurdo de caer en la trampa que les tiende su subconsciente. Ejemplo de crónica escrita en la que al toro que abrió plaza, primero de Eulalio López, lo tildan de calidad y con nobleza mayor. El cronista —en el diario de color sepia— se engaña a sí mismo. Vive y disfruta su mentira, su falsedad, “de la que come”, y sin darse cuenta, escribe: “Eulalio le sonrió a este animal, sabía que le iba a poder sin siquiera sudar el terno, a base de consentirlo como a un becerro que acaba de parir la vaca”.
Esto es muy cierto, y ya lo dijimos antes, le traiciona el subconsciente, reconoce lo que todos estamos viendo. “Se trata de un becerro”, continua el escribidor, pensando que nos tragamos sus mentiras. “Ha sido una labor impecable la que hizo ‘Zotoluco’, para conocedores (sic) ya que no permitió caer al toro y para eso se necesitan infinitos recursos por parte del torero”.
Entonces, la gran labor estuvo en darle al becerro —nos negamos a usar el término toro ante esos ejemplares— el tratamiento, mismo que le da un enfermero a un ejemplar gravemente enfermo, débil y falto de fuerza: ¡Ayudarle a no caer! Y por último, y ya escribiendo sobre el ganadero a quien llama “nuestro apreciado”, no tuvo la tarde esperada, lo que queda como una reflexión. No será una reflexión, tiene que ser una muestra de verdadero arrepentimiento de quien, además, después del sorteo y enchiqueramiento, tuvo la majadería de agredir a un adolescente aficionado, quien valientemente le hizo el comentario de que sus animales no tenían presencia.
Desgraciadamente, esa es la verdad de nuestra actual fiesta y si eso se da en la plaza y Temporada Grande, ¿qué se espera que ocurra en nuestras plazas de provincia?
La temporada está arrancando y el empresario aún tiene tiempo de corregir el rumbo. De dos festejos han salido por la puerta de toriles un total de 16 ejemplares, contando dos de regalo y dos remplazo a los devueltos por rechazo del público, y de estos únicamente ha funcionado uno.