Es indudable que algunas cosas están cambiando, más para mal que para bien en lo conceptual de la fiesta de toros, y de ello gran culpa tienen quienes tan mal uso hacen de la crónica escrita y del micrófono; me refiero a los elogios al toro “Enamorado”, castaño oscuro, con 490 kilos de la ganadería La Joya, lidiado en quinto lugar el domingo pasado e indebidamente premiado con los honores del arrastre lento, cuando el toro, tal como protestaron muchos aficionados en la plaza y en las redes, jamás debió recibir ese premio.

Desconozco el mecanismo que utilizan, seguramente se comunican por simples smeses telefónicos o es más probable que alguien cerca del c. Juez, puede ser alguno de los filarmónicos; los del bombo y clarines que estén siguiendo la tv transmisión y le avisen al Usía: “dicen los maestros Murrieta, Locken y Yarza que: el toro es de arrastre lento”. Y ahí tiene usted al sr. Juez, obediente, ordenando ese honor a un toro que mostró evidente comportamiento de manso en el primer tercio, el llamado de varas, mismo que en este caso, nada más no existió, y ya desdendenantes, en el toreo de capa Arturo Saldívar no es que no haya podido acomodarse: el toro no lo permitió, echando las manitas “por delante”, en vez de la cornamenta, que para eso la trae, revolviéndose en chinga y sin someterse al toreo de capa, y luego, frente al caballo apenitas si permitió un refilón y ante el otro caballo, el de la querencia, lo vio y como dice la canción “nomás se dio la media vuelta”; es decir, de los caballos no quiso saber nada, como diría aquel: “¡Ora’ pior’!”, pues es ahí en terrenos de la querencia donde el toro debe empujar más y pelear con el de “a upa”; y a ello se negó. Qué en banderillas y en muleta hubo un notable cambio de lidia por parte del castaño, eso fue evidente y también la grande y temprana sabiduría de Saldívar, hermosamente vestido de azul oscuro y bordados en plata, de haber cambiado el tercio con un solo piquete que sí hizo sangrar al toro de Zacatlán, Puebla, donde pacen sus hermanos y familia, dejándolo justo a tono para que el toro se fuera para arriba embistiendo incluso con codicia.

Como fueron muchos los desconocedores que se atrevieron a elogiar el premio al toro, cabe entonces las preguntas: ¿Qué ya están cambiando los requisitos de bravura para premiar a un toro bravo?

¿Ya sólo se van a tomar en cuenta codicia y nobleza en la muleta? Y, sí es así, si ya no se va a tomar en cuenta la conducta frente al caballo, pues entonces que se suprima esa suerte, que tanto disgusta a muchos en la fiesta. Aunque sería prudente que mientras tal cosa no ocurra, pues quienes están en los medios se abstengan de desorientar a la gente. Ya que algún cronista, el del periódico tinta sepia, llegó a escribir: “Los restos del toro fueron llevados al desolladero en un arrastre lento que fue pedido y bien aceptado por el grueso del público”. De manera corta y concreta respondemos con lo que algún buen aficionado escribió en las redes: “¿Arrastre lento a un toro que No fue a los caballos?”.

Y comentando la frase que da título a esta entrega, que gran diferencia se observa en las actuaciones de Arturo Saldívar. Este chaval —todavía lo es— aguascalestence tiene la bendita facultad de conectar y prender al público de La México de manera, se puede decir, instantánea. No en balde el corte de orejas y rabo que ya ha hecho le dan un lugar aparte en el cariño del público, basta que remate o termine una serie con la muleta y ya está la afición de pie, aplaudiendo y festejando todo lo que hace. Qué gran diferencia con muchos otros, y el domingo se vio que Diego Silveti abusa de ello; salir de los pases con la mirada al tendido, sonriente, sí, pero buscando siempre el conecte con los tendidos; conexión, que las más de las veces parece no llegar, por eso decimos: ¡Qué gran diferencia!