En las primeras visitas de Pablo Hermoso de Mendoza a estas tierras, todos queríamos saber todo del caballero en plaza Navarro y sobre sus caballos; le preguntábamos todo sobre sus cuadra. “¿Los caballos sienten y les gusta la música? ¿Los caballos sienten miedo?”. A la primera pregunta contestó: “Claro que sí sienten la música y la disfrutan”. De ahí que pronto se integró un repertorio de alegre música mexicana de muy buen ritmo y mejor son para que los caballos bailasen, se empezó por “Juan Colorado”, “El sauce y la palma”, de la que disfrutaba mucho toreando Alejandro Silveti, por aquello de que: “¡El sauce y la palma se mueven con calma, se saben mover!”. “Sacaremos ese buey de la barranca” y en alguna ocasión en la plaza La Concordia de Orizaba se le llegó a tocar a buen ritmo de tambora “La Cabrona”, y los caballos —según expresó Pablo— efectivamente bailan gustosos.

Al otro cuestionamiento sobre si sienten miedo. La respuesta también fue afirmativa. Decía el de Estella: “Los caballos están formados, atados de la rienda en el patio de cuadrillas, y al regresar el jinete del albero a cambiar de montura, ellos se miran uno al otro, y con el hombro, valga la expresión, parecen empujarse y decirse: ¡Vamos, te toca a ti! ¡Vienen por ti!”. Y pretenden claramente empujar al otro al ruedo.

Miedo, claro que sienten; el miedo natural a todo lo desconocido y por supuesto a lo que bien conocen: ¡El toro!, pues muchas veces le han enfrentado. Pero son caballos valientes, por algo son muy toreros.

Caso ejemplar lo ocurrido en la plaza de toros Monumental Avilés de Motul, Yucatán, el pasado domingo, durante el tercio de muerte del segundo toro de rejones con 596 kilos, al momento preciso de entrar a matar, al dejar el rejón de muerte, el de Los Encinos hizo un extraño, quedando el rejoneador descolocado de su montura y por la brusquedad del encuentro, salió despedido hacia el costado derecho de “Pirata”, que al verse, sentirse sin su jinete, al sentir la silla vacía y las riendas sin mando, al mismo tiempo que el toro le empitonaba por el costado izquierdo, sabiamente intentó proteger a su caballero que cayó al suelo.

 

Espectacular caída del rejoneador, véase la posición de la mano derecha, que afortunadamente no sufrió luxación ni fractura alguna. Mientras con todo su cuerpo materialmente doblado, envolviendo al toro, trataba de protegerse y proteger a su jinete y. como se dice en la jerga taurina: se cargó o recargó sobre el toro, generalmente son los toros los que lo hacen, inclinándose sobre el lidiador; para inutilizarlo, a la vez que con el cuello totalmente flexionado le mordía los costados al negro. Fue una dramática pelea de poder a poder, venciendo el albo de raza azteca, a pesar de que el toro lo levantaba por los aires y “Pirata” mostrando valor a espuertas no le soltaba, mientras el caballero buscaba salvarse.

 

El caballo en franca pelea con el de Los Encinos. Pasado el gran, tremendo susto, un muy aturdido Pablo Hermoso de Mendoza volvió a montar a un exageradamente excitado y valiente “Pirata” que por 4 veces 4 más, acudió presto y con valiente arrojo al encuentro para que el rejoneador pudiera acertar con el rejón de muerte.

Del examen médico para el jinete resulta: fuerte contusión en la articulación del hombro derecho. En el reporte de los veterinarios dicta: contusión en la articulación de la rodilla izquierda del caballo.

Decíamos al inicio que los caballos sienten y disfrutan la música, que los caballos sienten miedo al momento de la lidia. Se dice también que los toros “aprenden” muy rápido, “desarrollan sentido” es la expresión correcta. Pero los caballos, al ser más inteligentes, aprenden más rápido; sin duda, ésta ha sido una gran experiencia, un gran aprendizaje para “Pirata”, caballo sin duda muy torero, que ahora, como los buenos coletas, como las figuras del toreo, sin duda “Pirata” lo es, ya está ansioso de su próximas salidas al ruedo para demostrar lo que trae dentro, valentía y mucha, mucha raza, de la buena torería. ¡Olé por los caballos valientes! ¡Olé por los caballos toreros!