Se llaman o se les dice “decinderos” a aquellos sujetos que en los callejones de las plazas se dedican a decirles, según su entender, a los toreros, sobre todo novilleros, y a aquellos que se inician, cómo se deben hacer las cosas. O, siendo redundante, según piensan ellos que son las cosas. El grito se lanza haciendo bocina con las manos y procurando que lo escuchen todos, pues de eso se trata, que todos se den cuenta que le están indicando, ordenando al torero, cómo debe torear, siendo que la sentencia sagrada es “se torea como se es”.
El grito dice: “Échale la muleta al hocico, lo llevas templado, le das tres, rematas y te vas de él”. De todo esto, el torero nada más entiende: ¡ech… ico… vas… y él! Y eso fue lo que les gritaban a Karla de los Ángeles, Juan Pablo Llaguno y Gerardo Rivera; los dos chavales no llegan a las veinte primaveras cumplidas. Juan Pablo, a las puertas de una alternativa que se ve adelantada, y Gerardo ha estado en España un par de veces, y ruedo en que se para, ruedo en que triunfa. Se presentó en Guadalajara recientemente, difícil y comprometedora plaza donde también se ha alzado con el triunfo. Y en su tierra, Tlaxcala, cuya plaza Ranchero Aguilar lograron llenar, con el conjuro de los toros de D´Haro en el cartel.
De los novilleros que van a España, yo sugiero a quienes pagan sus gastos, hacen el esfuerzo de meterles una lana, de pagarles la beca para estar en la península, viajes, vuelos, pensión alimenticia y de estancia, desplazamientos a hacer toreo de campo, etcétera. Bueno, la recomendación, la sugerencia es que si les mandan allá, pues que por allá los dejen un buen tiempo, pues resulta que regresan acá y quizá la alimentación, las tortillas, los dorados totopos, la picantes de los chiles de árbol, los alberjones de los tlatloyos y los aventadores ayocotes hacen que se les escape el arte, la poca o mucha pinturería que por allá adquieren, y todo parece irse por la borda: casos existen que demuestran esto.
Y tal cosa pudiera ocurrir con el espigado Rivera, quien dejó mucho por vérsele en la lidia de los complicosos novillos-toros de D´Haro del domingo, sobre todo el insistente “buscapatas”, su segundo, que hizo sexto. De que los toreó bien lo demuestra el hecho de que salió triunfador, pero de que esperábamos más, también es cierto y los toros traían las orejas para tumbárselas e incluso algún rabo.
Lo verdaderamente importante estuvo en los pares de banderillas: el segundo de su primero y el tercero de su segundo. En el del primer toro, suerte citada para hacer un quiebro, se le complicó, embistiendo el toro con codicia, resolviendo el chamaco con verdadera cabeza torera y dar un giro para recuperar terreno; nuevo quiebro y colocar un parzaso que ahí ha quedado, como verdadero monumento al arte de banderillear de verdad sin truco; sin hacerlo a cabeza de toro pasada. Y en el cierra plaza y como último, ha puesto un verdaderamente espectacular e increíble par “de poder a poder”, con el toro arrancándose desde pegado al estribo de un extremo del redondel; esperando, citando el torero parado en el estribo del lado contrario; el bello cárdeno claro ha ido a buen trote de un lado hasta el otro, haciendo una sola parada en el tercio, para continuar su viaje en franca embestida de largo hacia Gerardo que, sin encender las luces direccionales, ya había cambiado de dirección para encontrarse con el toro en el mero centro del ruedo y dejar otro par verdaderamente “monumental” es decir para un monumento de escultura, por lo espigado del chamaco y lo bello del toro. Par de poder-a-poder, de lo que se ve poco, por la mucha verdad que conlleva.
Por cierto, al “güerito” Juan Pablo los cuidanderos que trae, incluido su padre y el exmatante hispano cuyo nombre se ignora, lo cuidan como a rubia princesa, y una vez que el de D´ haro le recordó eso, que era D´ Haro y de fea manera se lo echó al lomo; desde el callejón le gritaron: “Vamó a matarlo ya”, como si el gritón también fuera a tomar las armas toricidas. De su segundo resultó obvio que le dijeron y él muy bien entendió que no quería saber nada de él.Y fue por eso que el festejo terminó con el corte de un par de orejas por parte de Gerardo Rivera.
Con verdad, Rivera, asomándose al balcón, es decir, poniéndose los pitones del capacho, cárdeno ceca de los muslos, para clavar, sin levantar las zapatillas, es decir, “sin vuelos espectaculares ni a cabeza de toro pasada”.
Cuando se acomodó, así de bien toreado llevó Gerardo al caribello y “bello de todo” de D´ Haro.
Al menos un par de orejas dejó ir Karla, pues buena muletera lo es y de capa toreo sabroso, pero fatal con la espada.
Los tres anduvieron buenos ratos de astronautas, por los aires los ponían los D´ Haro, cuya especialidad parece ser esa: quitar los pies del suelo a los toreros, cuando estos no los tienen bien puestos… ¡los pies en la arena!