Hace un lustro, en Javier López Zavala recaía el destino de su partido. Tenía en sus manos la posibilidad de trazar una estrategia para unificar y fortalecer su partido con el único propósito de imponerse a la ola aliancista de Rafael Moreno Valle.
Sin embargo, sus intereses personales y de grupo, su cerrazón, intolerancia, falta de visión a largo plazo y, sobre todo, su prepotencia llevaron al PRI a la peor derrota electoral de su historia.
Su incapacidad para negociar y su ceguera para distinguir los escenarios con mayores posibilidades de triunfo tiraron a la basura los esfuerzos de Beatriz Paredes Rangel —en ese entonces dirigenta nacional del tricolor— por lograr una candidatura de unidad para la gubernatura de Puebla.
Así que el domingo 31 de enero de 2010 se registraron dos precandidatos del tricolor: Javier López Zavala, exsecretario de Desarrollo Social del gobierno marinista, y Enrique Doger Guerrero, exalcalde de Puebla capital.
En ese invierno de 2010, López Zavala demostró que sólo tenía el respaldo de la estructura priista. Asistieron al arranque de su precampaña dirigentes del PRI y un gran número de acarreados.
Enrique Doger dio la sorpresa al reunir a miles de seguidores, afiliados a los sectores popular, obrero y campesino del tricolor, y sobre todo, un creciente número de grupos inconformes contra el gobierno de Mario Marín; sobre todo, por imponer a su delfín.
López Zavala y Enrique Doger utilizaron sus registros como precandidatos para medir su fuerza política. El equipo de campaña del zavalismo reportó la asistencia de 80 mil personas al registro, en las instalaciones del Comité Municipal del tricolor. El dogerismo informó la asistencia de 60 mil simpatizantes en la sede estatal del PRI. 
En su inscripción, a López Zavala lo acompañaron cuatro de sus seis contrincantes: el coordinador de delegados de la Confederación Nacional Campesina, Jesús Morales Flores, los exdiputados federales Jorge Estefan Chidiac y Alberto Amador Leal, así como el exsenador Víctor Hugo Islas Hernández, quienes declinaron en su favor.
En un mitin en el zócalo de la ciudad, advirtió que sólo si está unido, el PRI podrá vencer a sus enemigos en la elección del próximo 4 de julio. 
El exalcalde Enrique Doger tildó de falso que López Zavala sea el candidato de todos los priístas, pues hay militantes inconformes con el gobernador, por buscar imponer a su delfín.
Al final, la estructura del gobierno estatal se impuso al movimiento aglutinador de Doger Guerrero. Más adelante, Javier López Zavala rendiría protesta como candidato del PRI a la gubernatura de Puebla.
La cerrazón, la falta de diálogo y falta de visión a largo plazo triunfaron en el proceso interno del PRI para elegir al candidato a gobernador. 
A partir de ahí, innumerables grupos y militantes se sintieron traicionados y desplazados. Javier López Zavala, lejos de trazar estrategias para reagrupar al PRI y mantener la unidad de su partido, minimizó a sus opositores. Su soberbia política le impidió hacer alianzas con los grupos perdedores.
Cinco años después, el diputado López Zavala, ante la cercanía del proceso electoral de junio próximo, cambia su discurso y actitud.
Hoy, trata de tender puentes con los distintos grupos priistas para conformar candidaturas de unidad y, sobre todo, pactar unidad y disciplina partidista, para que los candidatos perdedores se sumen sin resentimientos a los ganadores.
Para López Zavala inició la cuenta regresiva en el Cámara de Diputados y, desesperadamente, inició un campaña para tratar de hacer amarres que lo mantengan vivo políticamente. El problema es que ni sus hombres de confianza ya le creen.
El López Zavala unificador y conciliador de hace cinco años hoy sólo pretende una estrategia personal y de grupo por tratar de mantenerse en el poder.