Se lo habrá aprendido en la primaria, los recursos se dividen en renovables y no-renovables. Aunque la división es una simplificación para nuestra percepción humana, todo tiende a agotarse, la escala nos ayuda a dimensionar.
El sol es un reactor que tardará eones en apagarse: renovable. Los mares y vientos durarán la vida de la Tierra: renovable. Los hidrocarburos tardarán millones de años en volverse a producir: no renovable. Los árboles los podemos replantar y crecer en periodos de años: renovable; pero tenemos una cantidad finita en este momento: no renovable.
Esta arbitrariedad está determinada en buena parte por la escala de tiempo humana, pero también por la disponibilidad aprovechable y las técnicas para explotarlo.
Un ejemplo común, aunque lejano, tiene que ver con el imperio romano. A lo largo del Mediterráneo y durante 500 años, a partir del mil antes de Cristo, los romanos deforestaron todo cuerpo arbóreo que encontraron para construir barcos, conseguir leña, u obtener espacio para plantar o realizar actividades militares. El fin de la madera es una importante hipótesis para el declive del imperio romano; situación repetida centurias después en la Germania del 1700’s bajo el nombre de Holznot, la crisis de la madera.
Dichas crisis debidas al agotamiento de recursos llevaron al geofísico norteamericano Hubbert a elaborar una conjetura el siglo pasado: la teoría del pico de producción. Usted mismo podría deducirla en algún momento de inspiración. Si tenemos una fuente que se va a agotar alcanzaremos un tope o pico de producción y de ahí iremos en picada hacia el agotamiento. Hace sentido, sin fuente no hay caudal.
En su momento en los 70s la teoría causó fuerte revuelo por su evaluación del escenario petrolífero global y una catastrófica predicción: el petróleo alcanzaría su tope para el año 2000 y de ahí hasta el suelo.
La predicción podría parecerle apocalíptica y falsa, pero se ha cumplido en lo general. México no es excepción, 2005 fue el tope de la producción de crudo mexicano y actualmente hemos caído 1/3 sin miras a recuperarnos; claro, encontramos y nos acabamos Cantarell.
Dos países han rescatado el promedio global. Rusia con un agresivo gasto para explotar regiones inaccesibles como Siberia; y Estados Unidos haciendo lo mismo con Alaska a la par del desarrollo del fracking. Pero tener algo es la mitad del juego, se complementa con que en ese momento alguien más lo quiera.
Esto viene a colación por el litio, recurso no renovable que ha causado frenesí especulativo a nivel global por su rol en la producción de baterías y la electrificación del mundo. Se calcula que la demanda se quintuplicará en las siguientes dos décadas, trayendo grandes riquezas a las naciones que lo tengan, lo extraigan y lo procesen.
No obstante, el arma es de doble filo ya que hay picos que la humanidad ha decidido no alcanzar.
Tenemos el pico del uranio, predicho pero nunca topado por los riesgos de las armas atómicas, el temor de accidentes, y el subsecuente declive de la energía nuclear. El pico del carbón, al que la humanidad decidió no llegar por los costos ambientales. O el pico del trigo, que hemos pateado hacia adelante década tras década gracias a la tecnología agrícola y biotecnológica.
Esta es la apuesta del poblano senador Alejandro Armenta, quien ha realizado en los últimos años el trabajo legislativo y publicitario para colocarle a AMLO una atractiva jugada energética ante el enorme fracaso del también poblano diputado Nacho Mier con la reforma eléctrica.
¿Nos dará tiempo como país de aprovechar la coyuntura para crear nuevos Cantarell? El sureste apostó todo al petróleo y lleva años con el peor desempeño económico desde el agotamiento de las reservas, situación que contrasta con los estados con infraestructura para ser refinar o importar hidrocarburos. Puebla, tercer estado con las mayores reservas de litio, deberá pensar bien en las inversiones que quiere impulsar.